La sonrisa de Letizia se congeló hace mucho tiempo

Actualizado a 11 de abril de 2018, 11:34

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Letizia se bajó del taxi de su abuelo, se dirigió a informativos para contarnos los lamentos del pueblo llano, y luego trepó hasta la liana que la llevó a ser imprescindible en la vida de un príncipe que se saltó a la torera cualquier cosa que le impidiera vivir su cuento.

Una profesional desganada

Letizia entró en nuestras vidas con la velocidad de un cometa. La presentación oficial nos dejó ver a una chica moderna, atrevida y con una luz especial en la cara. Podía caer mejor o peor, pero adornaba de frescura un marco bastante rancio. El tiempo iba pasando y esa luz se fue oscureciendo a medida que iba tomando relevancia y mando. Su sonrisa se congeló en muecas forzadas. Y a mí me parecía que hacía su trabajo con desgana, pero con la contención de una profesional. Parece que este esfuerzo la ha llegado a agotar, y sus desplantes cada vez han sido menos controlados. Hoy he estado viendo imágenes de la llegada al hospital para ver a su suegro, desplegando una amabilidad excesivamente edulcorada con la reina Sofía. Es difícilmente tragable que nos vuelvan a vender una imagen de amor y complicidad con la familia del Rey. De todas formas, creo que todos merecemos una oportunidad para enmendar una metedura de pata. Y sin duda ella también.

De una reina a una curranta

Fui a ver a Paz Padilla, y me divertí y me emocioné. Su comicidad en el teatro es arrolladora. Pasea por los monólogos con una frescura que oscurece el resto del escenario, y en cada final el público estalla en aplausos. Cuando nos encontramos en el patio de butacas, vi a una Paz feliz por el éxito, y mucho más por la llegada de alguien que la hizo correr como una niña hasta él: su marido. Felicidades compañera.

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