Vanesa de 42 años y sus gemelos Yago y María de ocho fueron asesinados la semana pasada por su padre, Roberto Díaz Herrera, de 42. Tras los crímenes, el hombre condujo hasta la estación de Renfe y se arrojó a las vías del tren en El Prat de Llobregat, localidad de la provincia de Barcelona en la que vivía la familia. Murió en el acto. Antes de suicidarse, el asesino dejó una nota, breve. Pedía perdón, pero también advertía de que lo que había hecho no fuera calificado de violencia machista. Costaba entender en ese momento cómo un hombre que acaba de matar a su mujer y a sus dos hijos pequeños estaba tan preocupado en la manera en la que iba a ser calificado.
Un doloroso hallazgo
Cuando los Mossos d’Esquadra que acudieron a la estación de Renfe y participaron en el levantamiento del cadáver descubrieron la nota sintieron un escalofrío. Temían lo peor. Otra pareja de policía se trasladó al domicilio familiar para comunicar a la mujer el suicidio de su marido. Llamaron varias veces al timbre de la casa que la familia había comprado hacía año y medio. Nadie respondía. Ni en la vivienda ni en el teléfono que en ese momento los Mossos ya habían conseguido de la mujer. La inquietud crecía por momentos y decidieron saltar un muro de la parte trasera y acceder a la vivienda. Las sospechas no restaron dolor al hallazgo. La mujer y sus dos hijos estaban en el garaje. Muertos los tres. Horas después, la autopsia determinó que fueron asfixiados. Ellas mediante el uso de un lazo, un cinturón, una cuerda o un pañuelo al cuello; y el niño ahogado con las propias manos de su padre.
Ninguna denuncia
La casa de tres plantas, mucho más bonita por dentro que lo que se intuía desde el exterior, estaba impecable. En perfecto orden. En la terraza superior habían colocado no hacía mucho una cama de saltos para que los niños jugaran. El juez de guardia de El Prat derivó el caso a su colega especializado en violencia contra la mujer. Entre la pareja no constaban denuncias previas, como informó el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya. Y ni los Mossos ni la Policía Municipal de El Prat habían sido alertados nunca de incidentes en ese domicilio. Y aquí conviene detenerse un segundo porque en ocasiones las violencias contra las mujeres se producen en la intimidad del hogar sin que absolutamente nadie del entorno sepa lo que ocurre y la víctima no sea capaz de dar el paso y asomar la cabeza del infierno en el que vive.
Los policías trabajaron en reconstruir los últimos momentos del asesino. Tratar de rehacer sus pasos hasta el triple crimen e intentar argumentar con pruebas la motivación que pudo existir. No siempre los investigadores logran responder a la pregunta del ¿por qué lo hizo? Ellos se enfocan en determinar con elementos objetivos cuándo y cómo, y evidentemente quién. Tras los hallazgos de los cuerpos, los policías interrogaron a varios vecinos de la calle en la que vivía la familia. Como a los periodistas, los vecinos aseguraron haber tratado poco a la familia. No hacía ni dos años que se habían mudado a la vivienda y apenas hacían vida en el barrio.
Un hombre "raro"
La mujer pasaba muy desapercibida y el hombre llamaba la atención pero “por raro”. El vecino de la casa de al lado explicó cómo en todo este tiempo nunca logró que aquel hombre “alto y calvo” que parecía que “siempre estaba de malhumor” le respondiera a uno solo de sus saludos de cortesía. “Al final me cansé y cuando coincidíamos ya no le decía nada”. Roberto acudía de vez en cuando al gimnasio que había justo en la acera de enfrente de su casa. Un centro de barrio en el que tampoco se relacionaba con nadie. “Llegaba y seguía las instrucciones a través de su móvil de alguna de esas tablas de ejercicios que hay en internet”, comenta otro usuario de la instalación.
Emotiva despedida
La tragedia sacudió la población. Ese mediodía se convocó un minuto de silencio a las puertas del consistorio y los vecinos se concentraron por la tarde a las puertas del garaje de la casa para despedir a las víctimas. La acera no tardó en llenarse de notas con dibujos y mensajes de los compañeros de clase de los gemelos. También les dejaron peluches, flores y velas que aguantaron las siguientes horas encendidas.
Una depresión profunda
Los investigadores citaron a los familiares en comisaría y les tomaron declaración. Querían saber si alguno de ellos tenía elementos de lo que podía estar pasando en esa casa. El relato fue similar y desgarrador. El hombre atravesaba desde hacía meses una depresión profunda. Había protagonizado no hacía mucho un intento de suicidio que se quedó en tentativa. En ese momento fue diagnosticado y trata do. De hecho estaba de baja médica en la suministradora energética Naturgy, donde ocupaba desde hacía años un cargo de responsabilidad. No trataron de justificar nada, ni de negar la existencia de la violencia machista, se limitaron a responder lo que sabían de lo que ocurría en esa casa. En el momento que el juez instructor autorizó a los familiares entrar en la vivienda, dos de los hermanos de la mujer accedieron a buscar el gato. Carlos, uno de ellos, accedió a hablar con Lecturas . Habían pasado ya tres días desde los asesinatos, pero la entereza con la que hablaba en el portal de la casa de su hermana hacía pensar que los acontecimientos no le habían dejado iniciar el duelo por su hermana y sus sobrinos.
Una persona excepcional
Cuesta reproducir con palabras lo que dijo aquel hombre que al final se limitó a responder a esta periodista lo que le había preguntado. Y que no contó más que lo que ya había trasladado horas antes los investigadores. “Os vais a equivocar si seguís diciendo que este es un caso más de violencia machista. Esta vez no. Mi cuñado era una persona excepcional. Un hombre que quería a mi hermana y a sus hijos”. Los mató, le recordé. “Lo sé. Pero ¿por qué?”, preguntó. Y él mismo aseguró tener una de las posibles respuestas: “Mi cuñado atravesaba una profunda depresión que diagnosticaron y que trataron. Pero es evidente que ni el diagnóstico ni el tratamiento fueron los correctos. Su patología le convertía en un riesgo, un peligro para él y para su mujer y sus hijos. Sus médicos fueron incapaces de verlo y de eso me quejo”. Y su hermana, ¿les trasladó a ustedes ese riesgo? ¿Ella fue consciente en algún momento del peligro que suponía esa enfermedad?
“Seguro que algo vio. Llevaban más de 20 años juntos. Hace unos meses ya intentó suicidarse. En ese momento debieron ver que lo volvería a intentar y que se llevaría con él a su familia. Debieron ingresarlo en un centro psiquiátrico”, razona con firmeza. Los negacionistas de la violencia machista utilizan a menudo las enfermedades mentales como argumento para negar su existencia. No parecía que fuera este el caso. La investigación policial sigue bajo secreto de actuaciones y tardará en llegar el informe de tóxicos de las analíticas practicadas a los cuerpos durante la autopsia. Falta concretar si como sospechan los Mossos, el hombre sedó previamente a la mujer y a los hijos para neutralizar cualquier resistencia.
Siete niños asesinados
En lo que llevamos de año, siete menores han sido asesinados por sus padres, cinco de ellos en Catalunya. Cuando se conoció el triple crimen de El Prat, todavía no nos habíamos recuperado del asesinato de un pequeño de 5 años, apuñalado por su padre, en presencia de su madre, a la que también hirió, aunque la joven logró sobrevivir al ataque. En esta ocasión no había lugar a duda. La mujer había trasladado al hombre su deseo firme de separarse tras meses de idas y venidas de la joven pareja. El pequeño murió en brazos de su madre. Recibió casi todas las puñaladas en su corazón. Violencia vicaria con todo el dolor y con todas las letras. Y nuestra -la del equipo que cada semana elabora esta revista– más unánime repulsa y solidaridad con todas y cada una de las víctimas.