Reina solo hay una, pero hay que ver la cantidad de Letizias que viven en ella. Dejando dicho de antemano que la consorte del Rey ejerce sus funciones con dedicación y que, ni en sus 12 años como princesa ni en los casi tres que han pasado desde la proclamación se le puede reprochar que no cumpla con sus obligaciones. No es ese el problema sino las diferentes formas de presentarse que tiene y hablo de sus estilismos, de su manera de vestir. La búsqueda de un estilo propio está durando demasiado y ante la ausencia de un criterio ya no sabemos cuál de todas sus diferentes imágenes es la que la identifica.
Es normal que las nuevas generaciones de royals se vean en una difícil situación desde que se las ha puesto a jugar en la liga de las celebridades pero deberían evitar caer en las redes del ‘glamour’ y en la trampa de querer sorprender todos los días.
Hace un siglo, eran las reinas y las princesas las que marcaban tendencias y en una sociedad reprimida y represora que la hija de un rey subiera diez centímetros su falda por encima del tobillo o se cortara el pelo, permitía que muchas chicas las pusieran de ejemplo para quitarse el corsé. La emperatriz Eugenia de Montijo se quitó un día el polisón de las faldas y creó tendencia; la reina María Cristina de Habsburgo decidió ir de vacaciones a la playa de la Concha y a las chicas se les permitió bañarse junto a los chicos. Algunas ‘royals’ eran unas snobs insoportables pero, desde luego, marcaban la moda y también y eso es lo más interesante, cambiaban las costumbres y liberaban a las mujeres. También ahora sucede, aunque mucho menos, porque hay mas referentes. Todo lo que se pone encima Kate Middleton se agota pero curiosamente, la mujer de príncipe Guillermo no cultiva la imagen de ‘it girl’ porque su estilismo está muy pensado y si influye en las jóvenes británicas es una consecuencia de la admiración que despierta. Y, lo más interesante, Catalina se ha diseñado, o lo han hecho por ella, una imagen que no varía según sopla el viento. Desde sus conjuntos informales a los más sofisticados todos tienen la misma intención: la de dibujar una mujer responsable pero espontánea, con un aire joven que no ofenda a los mayores y un aspecto maduro que no repele a los más alternativos. Durante su estancia en Canadá hace unos meses, Kate lució un vestido blanco con la falda acampanada con el que se agachó para estar a la altura de sus hijos; una postura incómoda que podía haber dejado a la vista su ropa interior sino fuera porque debajo del vestido llevaba una especie de forro ajustado a las piernas que evitó el desastre. Todo estaba pensado.
Volviendo a la reina Letizia. Todo el mundo quedó admirado en su última y rutilante aparición enfundada en un vestido de punto de seda negro cubierto por tiras de colores, un diseño de Nina Ricci (marca propiedad de Puig, empresa catalana de perfumería y moda) y con un peinado y maquillaje más propio de Khloe Kardashian, la hermana fina de Kim si es que alguna de las hermanas es fina. Es cierto que Letizia estaba impresionante pero no sé si el papel de Reina es impresionar por su aspecto como si fuera una actriz de Hollywood o una famosa ante un photocall buscando ser el centro de los focos en la alfombra roja. Quizá la Reina podría impresionar el día que deje de querer impresionar.