Mi encuentro con Manolo
En otro orden de cosas diré que me ha dado mucha alegría saber que el número dedicado a la boda de Isa se agotó rapidísimo en el quiosco. Antes de ir a la boda almorcé con Manolo, hermano de Mila, al que hacía muchísimo tiempo que no veía. La última vez fue un ratito durante la firma de mi último libro en Sevilla. Estuvimos Cristina y yo con él y echamos un almuerzo estupendo. La mayor parte del tiempo hablamos, cómo no, de Mila. Ya estamos en el momento de poder hablar de ella sonriendo y recordando a carcajada limpia momentos épicos que nos ha dejado marcados para el resto de nuestras vidas. De sus cabreos legendarios a sus inolvidables audios. Del adiós a Mila he aprendido fundamentalmente una cosa: que no hay manera de evitar el dolor cuando un ser querido se marcha. No queda otra que sufrir durante una temporada. Lo siento, pero es así. Claro que la frecuencia del dolor se va modulando, no siempre es insoportable o desgarrador. Pero una época pasándolas canutas no te la quita nadie. Bueno es saberlo y no intentar ahuecar el ala. Hay que darle cobijo al dolor, saber que durante un tiempo lo tendrás como inquilino en tu corazón. Pero llegará el día en el que ese inquilino se largará y si has aprendido te darás cuenta de que no pretenderás ocupar ese vacío. Porque hay gente que deja tanta huella en tu vida que es un trabajo de amor perdido intentar rellenar su ausencia.
La echo mucho de menos
Me alegró pasar ese rato con Cristina y Manolo hablando de Mila porque a mí me pide el cuerpo seguir recordándola, tenerla presente. Me gusta mucho cuando me encuentro memes suyos en las redes o algún trocito de alguna de sus intervenciones en un programa de televisión. Es entonces cuando te das cuenta cómo en un medio tan efímero como la televisión Milagros Ximénez de Cisneros –‘Mila’ para la posteridad– su impronta sigue vigente. Mujer comprometida hasta con el vuelo de una mosca. La seguimos echando muchísimo de menos. Porque la vida es otra y nos tendremos que ir acostumbrando. La televisión, también, pero a eso me cuesta más hacerme a la idea. Faltan voces tan entregadas al show como la de Mila, que tenía muy claro que para sacar adelante un programa tenías que arremangarte e incluso, a veces, inmolarte. Porque la televisión, como la serie de Los Javis, tiene que manchar. Al menos, la que a mí me mola. También tengo que decir que ahora que estoy fuera del circuito me cuesta cada vez más opinar sobre la tele que se está haciendo. No me gustaría acabar siendo un Felipe González o un Alfonso Guerra de la vida.