Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Isa Pantoja
Garófano

Ha sido una boda con mucha verdad, sin pose. He llorado mucho

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Jorge Javier Vázquez

Escritor, presentador, actor y productor teatral

Desde cuándo no me gustan las bodas? No me acuerdo. Aunque lo cierto es que tampoco tengo muy claro que no me gusten porque luego voy y me lo paso bien. Creo que la cosa va por otro lado: no me gusta asistir a cualquier acontecimiento público que tenga que ver con una celebración porque tengo que estar conteniéndome. Lo que me sale es bailar más que nadie, cantar más fuerte que cualquiera, no bajarme de una mesa y bebérmelo todo. En definitiva: dar la nota. Y como tengo un sentido del ridículo muy acentuado al día siguiente vienen los complejos de culpa y las lamentaciones. Los que son como yo me entenderán. Es una condena con la que tienes que aprender a convivir. No queda otra. Intento contarlo con humor pero no tiene ninguna gracia.

Al ser el padrino, tuve la oportunidad de pasar un par de horas con la novia antes de que se iniciara la ceremonia. Qué nerviosa estaba. No podía ni hablar. Sobre todo momentos antes de encontrarse con Asraf. Yo le decía: “Isa, son nervios buenos, disfrútalos”. Y ella asentía, me decía que sí como para hacerme ver que me iba a hacer caso, pero no tengo yo muy claro que mis palabras lograran calmarla. “Además –proseguía yo–, menos mal que estás nerviosa. Imagínate que el día de tu boda no sientes nada, pues menudo rollo”. Y ella a todo que sí, que sí, pero que los nervios no se los quitaba nadie. Lloré mucho durante el enlace. Y mira que no pensaba yo que iba a hacerlo, pero es que todo lo que sucedió la tarde del viernes rezumaba verdad. Brilló por su ausencia el postureo, la pose, el bienquedismo. Salió a hablar Anabel Pantoja y ya se me puso un nudo en la garganta cuando hizo referencia al momento en el que conoció a Isa. Porque también a el que Isa apareció en nuestras vidas y me emocioné. La hemos visto crecer: cantando en un escenario con su madre, siendo una mocosa; paseando junto a ella de adolescente, timidísima; disfrutando de las ferias con pasión. Incluso hemos sufrido cuando la hemos visto un poco perdida. Aunque ahora, con perspectiva, la época loca de Isa P. podría publicarse, con alguna que otra salvedad, en una hoja parroquial. Tampoco ha sido para tanto.

Pero era una mujer joven y encima hija de una las mujeres más conocidas de nuestro país. Un cóctel explosivo que empujaba a adjudicarle gruesos adjetivos machi tas e hirientes. Ahora Isa está en otra. Es una mujer con un discurso emocional impecable forjado tras muchos años de hacer frente a situaciones muy complicadas. No se trata de buscar culpables. La vida no es lo que nos pasa sino cómo nos enfrentamos a lo que nos pasa. Y visto lo visto, Isa no lo está haciendo nada mal. Es más, yo diría que lo suyo es un ejemplo de cordura y templanza. Podría haber escogido el camino del escándalo e inflarse a protagonizar exclusivas poniendo de hoja de p rejil a la plana mayor de la estirpe de los Pantoja. No lo ha hecho porque sabe que, protegiendo a su familia, se protege también a sí misma. Porque la vida también va de esto: de sufrir lo menos posible.

Lloré con Anabel pero también lloré con los hermanos de Asraf, que hablaron con una sinceridad absolutamente conmovedora. Estaban tan nerviosos que no podían controlar el temblor de las manos y a duras penas enlazaban una frase con otra. Con decir que hasta Dulce, que no ha sido llamada por el camino de la oratoria, estuvo bien, está dicho todo. Dijo Isa al terminar la ceremonia que todos los que estábamos allí ocupábamos un lugar en su corazón. Hablo por mí: también Isa ocupa un lugar en el mío. Le tenía cariño antes de conocerla y ahora que la conozco un poco más deseo que sea muy feliz con Asraf y su hijo. Está rodeada de gente que la quiere y que se preocupa por ella. Lo noté el día de la boda. Isa es una mujer muy afortunada. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

Durante el cóctel estuve de cháchara con Carmen Borrego y Lydia Lozano. Qué alegría me da ver a mi gente. Han sido tantos años juntos. Es como reencontrarse con esa familia a la que no ves muy a menudo pero que sabes que puedes tirar de ella en cualquier momento porque no te van a defraudar. Las vi muy bien. Divertidas. En plena forma en cuanto a lo de lanzamientos de pullas se refiere. También es verdad que han sido muchos años de entrenamiento. Me tomo un refresco de cola con ellas. Luego yo me zampo tres vasitos de salmorejo, dos croquetas, un burrito. Empieza a caer la noche y veo a la gente atizarse copas de vino tinto. Qué chicos más guapos. Hay uno con barba que está especialmente bien. Y otro sin ella con unos ojos preciosos. Carmen me anima a cambiar el vuelo y quedarme. Me lo pienso. No. Mejor me voy. Me conozco y a saber cómo me despierto mañana. A las once de la noche entro en mi casa y está P. esperándome. Cuando estuve con él jamás se nos pasó por la cabeza la idea de casarnos porque ninguno era partidario. Pero después de lo que he visto hoy, pues yo qué sé. A lo mejor, quién sabe, si apareciera alguno que me lo pidiera. Aunque no sé yo, porque me pasaría toda la ceremonia llorando como una magdalena. Igual le doy una vuelta a la idea. Ahora que lo pienso, tampoco estaría de más que para casarme apareciera un pretendiente.