Me dice Luis, el director de la revista, que la entrevista de Navidad me la va a hacer mi madre. La que sale en este número, vamos. La verdad es que al principio la idea me hace gracia. Pero fíjate que después de hacerla me quedo un poco revuelto. Porque en esta entrevista hemos hablado de cosas que normalmente pasamos muy por encima o, directamente, ni las tocamos. Me da mucha pena darme cuenta de que me echa mucho de menos. Y de que le gustaría que volviera a vivir a Badalona, cuando de momento eso no entra en mis planes. Me ha producido mucha sorpresa enterarme gracias a esta entrevista que considera que soy un poco raro. Quizás lo sea sin que me dé cuenta. Yo, que me creo que soy una persona muy fácil de llevar, y viene mi madre y me dice que no, que soy más bien tirando a complicado. Y que además cuando llega la noche piensa muchas veces en lo solo que estoy y que sufre pensando que me puede pasar algo.
Ahora ya no sé si ha sido buena idea tener esta conversación con mi madre, lo consultaré con mi psicóloga. Para un hijo, o al menos para mí, es mucho más sencillo pensar que todo está en orden. Pero a la vista está que mi madre tiene unas inquietudes que no comparte conmigo para que no me preocupe. O sea, que esta entrevista me ha servido fundamentalmente para darme cuenta de que tengo que ponerme las pilas con mi familia. Que una vez conseguida la estabilidad laboral debo dedicarle más tiempo. No intentar recuperar el tiempo perdido, que eso me parece una estupidez, porque lo pasado, pisado. Pero sí ser más consciente de que nada es eterno. Y de que luego no deseo bajo ningún concepto lamentarme por aquellos momentos que pude haber aprovechado mejor.