Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Belén Esteban

Pasé el sábado de mal humor pensando que tenía que ir a la boda de Belén

Pasé el sábado de mal humor pensando que tenía que ir a la boda de Belén. No me encuentro cómodo entre las multitudes, y me encabrono con el mundo cuando acepto una invitación de estas características. Ponerme en marcha me costó la vida. En el coche, me dio tiempo a echar una cabezadita y, una vez allí, lo de siempre. Qué alegría haber ido. Qué alegría encontrarme con mis compañeros, a los que había visto el día anterior. Qué buen rollo se respiraba. Qué emoción cuando entró Belén. Y qué llorera cuando habló Andrea. Intentaba pensar en otras cosas para no verme arrasado por el llanto, pero creo que solo lo conseguí a medias. No sé qué pasará ni cómo estaremos dentro de diez años, pero entre la gente que estamos en ‘Sálvame’ se han creado unos lazos muy curiosos. A veces nos falta una chispa para estallar y enzarzarnos en unas peleas tan absurdas como divertidas. Fabulamos con lo bonita que sería nuestra existencia si no tuviéramos que vernos las caras, pero nos reunimos fuera del plató y en vez de ver volar cuchillos aparecen abrazos y sonrisas. Belén estuvo menos nerviosa de lo esperado, y eso que llevaba unos mesecitos de traca con la boda. Ahora que ha pasado y que la ha disfrutado, estoy convencido de que se arrepentirá de no haber disfrutado también los previos. Tiempo tendrá de cogerse unos rebotes de los suyos. El lunes empezaremos a destripar la boda en ‘Sálvame’ y seguro que habrá cosas que le molesten, pero eso ya forma parte del juego. Debería estar acostumbrada, pero lo gracioso es que no lo está y eso le da un plus incalculable a toda esta absurda realidad paralela en la que estamos inmersos. Me alegré de ver a Teresa Campos sonriente. Siento debilidad por ella. Me lleva acompañando muchísimos años –televisivamente, sobre todo– y la admiración que siento por la presentadora es casi mayor al cariño que le tengo. Tengo que almorzar con ella. Nos debemos risas y confidencias. Días antes me contestó a un mensaje escribiéndome: “Tengo mono de ti”, y a mí se me derritió el alma.