Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

mila ximénez y jorge javier

Me impresiona que Mila Ximénez diga que está asustada

Mila anunció el martes en ‘Sálvame’ que padece cáncer de pulmón. El lunes de la semana anterior fue a hacerse una resonancia porque no podía con los dolores y tras la prueba le comunican que tiene cáncer. Para qué andarse con chiquitas: a mi amiga le gusta todo a lo grande. Ella no se conforma con poca cosa. No querías caldo, pues toma dos tazas. Tras el dictamen, las piezas comienzan a encajar: empezamos a entender por qué esos dolores no desaparecían nunca. Vale que un herpes zóster sea muy doloroso pero ¿tanto?

Y por encima de todo, una imagen que no se me va de la cabeza: Anabel Pantoja y la plana mayor de los invitados a ‘La última cena’ bailando como unos descosidos y Mila, acostada en una grada, incapaz de seguirnos el ritmo. A mí me hizo mucha gracia la escena, pero ahora entiendo que tenía mucho más de trágica que de cómica. “¿Y en estos casos qué se hace?”, me pregunto. Y no dudo en responderme que lo mejor es, ya lo he escrito, no pensar.

Levantarte por las mañanas y concentrarte para que el día acabe sin que pase nada. Dice Carmen Martín Gaite en uno de sus libros: “Desde que el mundo es mundo, vivir y morir vienen siendo la cara y la cruz de una misma moneda echada al aire. Pero si sale cara es todavía más absurdo. Para mí, qué quieren que les diga, lo raro es vivir”. Y entonces llega una edad que comprendes a la perfección esa frase. Porque, efectivamente, con la cantidad de cosas que nos pasan o nos pueden pasar a lo largo del día, lo raro es vivir.

Viene Mila a comer a casa

Me impresiona escuchar a mi amiga Mila decir que está asustada. Tener miedo es algo básico, normal, todos lo tenemos demasiado a menudo. Pero “estar asustada” es otra cosa. O al menos yo lo veo así. Porque “estar asustada” implica un sufrir un temor más delicado que el que provoca el miedo. El miedo es un sentimiento más basto, más fácil de vencer porque se lo ve venir. El susto, sin embargo, es más líquido, más peligroso. Porque se te mete en el cuerpo y parece más difícil expulsarlo.

C. y yo hablamos ayer con Mila antes de empezar ‘La casa fuerte’ y nos dice que lo que no le hace ninguna gracia cuando va al hospital es ver que la meten en salas señalizadas con carteles que dicen ‘Oncología’ o ‘Radiología’. C., como es muy pragmática, le recomienda no leerlos.

Yo entiendo a Mila. Lo que viene a decirnos es que ya sabe que está enferma, pero que no hace falta que se lo recuerden. El sábado viene a almorzar a casa. Le advierto que aprovecharé para hacerle una foto para el blog y ella me pide que me calle porque se ríe y le duelen las costillas. “Es que, Mila –me excuso–, como es la verbena de Sant Joan y la revista cierra antes tengo que entregarlo el mismo sábado en vez de el lunes. Y yo quiero ser franco contigo, escribo sobre ti y así no tengo que buscar otros temas”.

A ella le hace mucha gracia que pese a todo yo siga mirando por mi negocio. “Y ya que estamos tráete un bañador y aprovecho para hacerte un robado en mi piscina”. Sin embargo, a eso ya se niega y no entiendo muy bien el por qué. Para un favor que le pido.

Queda pendiente un viaje

Invito también a P. al almuerzo. P. adora a Mila y Mila adora a P. Siempre que surge algún tema de discusión entre P. y yo, Mila se pone al lado de P. Yo he aprendido a pasar porque soy un incomprendido. Cuando los dos hacen pandilla, yo hago lo que canta El Consorcio –antes Mocedades–: callar y mirar al cielo.

En esta ocasión no aparece ningún tema de discusión potente. El almuerzo transcurre sin sobresaltos y sin dramatismos. Mila evita recrearse en el dolor y cuenta lo que le pasa con tranquilidad, segura de que va a salir victoriosa de esta batalla. Tenemos un problema y vamos a por él, los ánimos están muy arriba. Lo único que diferencia este verano de los anteriores es que no planeamos ningún viaje todos juntos. No importa. Queda pendiente. Estoy convencido de que la vida nos ofrecerá todavía muchos motivos.