Palabras textuales de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid: “La vida de ningún torero es fácil, la vida de las personas que rodean a los toreros tampoco. Y son valores con los que realmente siempre me he visto representada”. Además, anuncia para el 12 de octubre una corrida a beneficio de los sanitarios. ¿Se puede saber qué delito hemos cometido los madrileños para merecer semejante castigo?
Hace algún tiempo pensé que Díaz Ayuso tendría que irse a su casa inmediatamente por alguna metedura de pata, pero desde hace unos días he cambiado de pensamiento. No solo no se va a largar, sino que ganará las próximas elecciones. No sé por qué extraña razón en Madrid gustan estos perfiles tan estrambóticos.
Lo era Esperanza Aguirre, una mujer muy dotada para el ‘show business’, pero como política ahí está ese oscuro legado repleto de consejeros imputados y encarcelados. Y lo es también Díaz Ayuso, una señora cuya principal virtud como política es no tener ninguna, lo que la convierte en un ser multifuncional porque lo mismo puede estar presidiendo un gobierno que una farmacia. O un polideportivo. O un estanco. O una administración de loterías. O lo que es mejor: nada, que es a lo que en realidad debería dedicarse. A nada que tuviera que ver con influir en la vida de ningún ser humano.
Isabel Díaz Ayuso no escucha, impone. No dialoga, insulta. No elabora discursos, únicamente recurre a Venezuela. Su armazón intelectual es básico y efectista: ella es la buena y lo demás son los malos. Poco bagaje me parece para presidir una comunidad tan importante como la madrileña. Íñigo Errejón me contó que un día se le acercó una señora muy preocupada porque había oído que los suyos pretendían prohibir la Semana Santa. A mí me sorprende que haya gente que crea esas cosas. Pero, claro, si tenemos en cuenta que Jorge Fernández Díaz –exministro de Interior– ha confesado sin ruborizarse que Benedicto XVI le dijo que el diablo quería destruir España, lo de esta señora se queda en una anécdota.