En verano, intento desconectar al máximo de los personajes de los que me ocupo durante el otoño, el invierno y la primavera –demasiadas estaciones–y aprovecho para empaparme de todo lo demás. La conclusión es clara: prefiero seguir hablando de Isabel Pantoja. Es mucho más interesante la folclórica que todos los líderes de nuestros partidos juntos.
De las últimas declaraciones, una de las que más me ha dejado la cabeza girada ha sido de Pablo Echenique, que dice: “A Carmen Calvo no le gustan mis tuits”. De aquí a poco le escucharemos decir: “A Carmen Calvo no le gusta mi sudadera”, “A Carmen Calvo le da envidia tener mejores cromos que yo”, “A Carmen Calvo le gusta la playa y a mí la montaña”.
Cosas que no entiendo: que los políticos tengan que estar continuamente opinando de todo en las redes sociales. ¿No les quitará eso tiempo para dedicarse a lo verdaderamente importante? Tampoco entiendo a aquellos que se pasan más tiempo en los platós de televisión que en su lugar de trabajo. O a aquellos directivos de periódicos que ves a todas horas en diversos canales hablando de lo que les echen, ya sea de Pedro Sánchez o de Carmen Lomana. ¿Cuándo y cómo dirigen sus periódicos?
El peligro que tiene decir algo mínimamente crítico contra alguien de Podemos es que, luego, aprietan las filas en las redes y te ponen de vuelta y media durante varios días. Bueno, no es peligro. Es aburrimiento. Peor aún: es vieja política 2.0.