Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Mila Ximénez

Hablo con Mila y me dice que ha decidido aceptar una oferta que le estaba quitando el sueño

Hablo con Mila Ximénez el sábado por la mañana y me dice que, después de leer una reflexión en mi blog –“en la vida siempre pasa nada”–, ha decidido dar un paso adelante y aceptar una oferta que le estaba quitando el sueño. Menuda responsabilidad. Finalizada la conversación, he recapacitado y la he vuelto a llamar. Y no para quitarle la idea de la cabeza, sino para animarla. Hay un momento de nuestras vidas en el que continuamente iniciamos nuestras conversaciones con un “¿te acuerdas de…?”. Creo que esa es la señal de alarma de que algo estamos haciendo mal. Cuando empezamos a vivir de recuerdos, significa que nuestro presente huele a pescado congelado y hay que menearlo para seguir sintiendo, ya sea llorando, gritando, padeciendo, enmudeciendo o gimiendo de placer hasta retorcerse de gusto. La vida no vale nada si nos dedicamos única y exclusivamente a cuidarla como si fuera una preciada figurita de cristal. La estabilidad está muy bien, pero, de vez en cuando, hay que ponerle una guinda: un exponerse, una bajadita a los infiernos, una ilusión, un desencanto, un “¿por qué lo hice?”, “¿por qué no me quedaría en casa?”, “¿por qué dije que sí cuando veía claramente que no?”. No puedo con los tibios. Me sublevan. Están en la tierra para hacer bulto, pero no los echaríamos de menos si desaparecieran. Los tibios no solo no se dan cuenta de lo coñazo que son, sino que, además, se permiten el lujo de dedicar miradas compasivas a aquellos que deciden jugársela. A la hoguera con ellos. Prefiero un mundo repleto de “Avagardners” a otro en el que imperen los guardianes de las buenas costumbres, que en muchas ocasiones no son buenas sino aburridas y mortecinas.