Cuando parecía que el ambiente político no podía estar más revuelto, llegan las mociones de censura y lo dejan todavía peor. Lees los periódicos y te vuelves más loco todavía porque es difícil encontrar información.Solo ves opinión, propaganda y titulares que arriman el ascua a su sardina. Y entonces pienso yo que ha llegado el momento de que deje de hablar o escribir sobre política porque la gente debe estar ya hasta más allá de las narices. Además, para qué voy a manifestarme si ya todo el mundo sabe cómo pienso. Ya no escuchamos a los que no piensan como nosotros. Yo, el primero, y no es de algo de lo que me enorgullezca precisamente.
En esta etapa de trasiego lo que me pide el cuerpo es estar en silencio, no avivar llamas, observar y analizar con atención cada movimiento de los partidos. De todas maneras, tengo que reconocer que estos últimos días he leído más que nunca toda la información política que se ha publicado y lo único que me ha quedado claro es que no tengo nada claro. No me entero absolutamente de nada. Quizá la política sea precisamente eso: el arte de enmarañar cualquier acto con el objeto de que sea perfectamente incomprensible a los ojos de los ciudadanos. Con el ruido que se nos viene encima con declaraciones escandalosas, ataques furibundos y reproches letales, opto por ponerme un esparadrapo en la boca.