Qué labor más encomiable está realizando Pablo Casado en el PP. Destruirlo sin prisa pero sin pausa para que cuando no queden más que cascotes y escombros aparezca un Alberto Núñez Feijóo y vuelva a sembrar la ilusión entre sus votantes. Casado no es un hombre de Estado. Es un hombre de partido. Y si lo que se le pide desde el suyo es que se lo cargue para volver a levantarlo él se aplica a la tarea con esmero. Primero, dando tumbos ideológicos y geográficos. Un día dice una cosa en Reus mientras se come una avellana y al otro proclama la contraria al tiempo que acaricia a una vaca en Santander. Todo menos estar más de 24 horas en su despacho de Génova, al que le debe tener una tirria tremenda, porque para por allí lo mismo que yo en una iglesia. La labor que hoy lleva a cabo Casado ya la hizo en su día Antonio Hernández Mancha. Pero es que, además, Pablo Casado es tan listo que para ejecutar su tarea ha sabido rodearse de personalidades más grises que la suya, que ya es decir. ¿Acaso alguien conoce a una persona más patosa que Teodoro García Egea? ¿O más anodina que Cuca Gamarra? Desde aquí solamente le pido a Pablo Casado que finalice cuanto antes su trabajo. Nuestro país necesita un partido de centro derecha en condiciones. Y él, un merecido descanso después de tanto interraíl patrio. En cualquier caso, qué grandeza la de Pablo Casado. Siendo tan joven y tan ambicioso, sacrifica su prometedora carrera en aras del bien de su partido, aunque eso signifique habitar para siempre en el país del olvido.