Dani Rovira le presta demasiada atención a Twitter y eso le impide disfrutar de su talento. Entiendo que dedicándose a lo que se dedica haya momentos en los que le asalten las dudas y le coman las inseguridades pero la mejor receta para luchar contra esos miedos no es asomarse a las redes. Supongo que Rovira vivió la pasada noche de los Goya como un examen. En la primera gala que presentó brilló, en la segunda le salieron un poco peor las cosas y en esta tercera se jugaba el desempate. Salió a ganar y ganó. Entró en el escenario con ese nervio positivo que te empuja a estar concentrado y desde el primer momento demostró que su opción es una muy buena apuesta. Estuvo brillante. Divertido y con ritmo. Me parecieron impagables los planos de Clara Lago aplaudiendo entregada las gracias de su novio. Se conoce que Lago sabía lo importante que era para Dani Rovira no sólo salir indemne de la gala sino con buenas críticas. Misión cumplida. A Rovira le queda ahora disfrutar de los buenos comentarios de las redes y no rebotarse por los de los tristes que vuelcan sus frustraciones en el ciberespacio. Es más fácil de lo que parece. ¿O acaso en nuestra vida cotidiana no huimos como de la peste de los amargados?