El sábado por la mañana viene Alba a despedirse a casa. No dejamos ni un momento de hablar de su madre, que no podía estar más orgullosa de la vida que tiene su hija. Solo aparecen en nuestra conversación esos recuerdos tan propios del carácter de Mila, que era única por exceso y por defecto. Cuando era feliz era la más feliz del mundo, pero cuando se sentía desdichada se ponía muy graciosa de tan dramática. Mila siempre ha tenido una vis cómica muy pronunciada; yo creo que desarrolló el sentido del humor hasta sus cotas más altas para soportar sus años más complicados. Luego ya no lo abandonó, y hasta sus cabreos eran muy divertidos. Se cabreaba como nadie. Recordamos Alba y yo los rebotes que se cogía y nos partimos de la risa. Qué se le va a hacer.También le digo a Alba que me hace mucha gracia cuando destacan la faceta como madre y como abuela de Mila. Que lo era, ambas cosas, pero a mí me provocan sonrisas, porque Mila era lo más alejado de una abuela tradicional. Usaba el término para reírse de ella misma: “Ea, que la abuela ya se ha despertado” es una de sus frases más antológicas, y quería decir que la Mila más guerrillera se ponía en acción y que había que estar preparados para cualquier cosa.