He decidido que de los 50 a los 60 voy a estar brincando de cama en cama. Por fin he aceptado que es una edad de oro y quiero aprovecharla al máximo. No sé cuántos debe tener Belén Rueda, pero por ahí andará. Vino el jueves a ‘Supervivientes’ a promocionar una película que se emitía al día siguiente en Cuatro y me impactó. La admiro desde que la veía en ‘VIP Noche’ con Emilio Aragón.
Me llamaba la atención porque era un tipo de mujer que no encajaba con lo que se llevaba en Telecinco por aquella época: Mamá Chicho, Cacao Maravillao y demás. Belén era justamente todo lo contrario; una chica a la que vestían de manera muy recatada, sin curvas escandalosas pero con un cuerpo precioso de bailarina de ballet. Tenía ya por entonces una elegancia innata y una simpatía desbordante.
30 años después, la vi el jueves mejor que nunca, con una presencia espectacular, tan delicada como rotunda. Tiene un halo a lo Catherine Deneuve, aunque desprende mucho mejor rollo que la diva francesa. La espié desde la distancia y observé cómo saludaba al equipo técnico del programa, señal inequívoca de que, además de profesional, es buena persona. En televisión, se distinguen por cómo tratan a la gente que no se ve en pantalla. Algo bueno que tiene este trabajo es que algunas veces te sorprende para bien. Quién le iba a decir a la muchacha que acompañaba a Emilio Aragón –qué buen ojo tuvo–, que acabaría siendo una de las actrices más reconocidas de nuestro país.