El viernes me quedé en casa viendo la tele. Escribo esto para despistar. Así da la impresión de que los viernes los paso en las calles hasta el amanecer. Y no. No salgo nunca y lo que diferencia un viernes de otro es llegar despierto a ‘¡De Viernes!’, porque como el día anterior trabajo hasta la madrugada me suelo meter en la cama a las nueve de la noche. Pero este viernes aguanté. Con mi bolsa de pistachos y mi refresco de cola Zero. Y me tragué enterita la entrevista a Carlo Costanzia en Telecinco. Lo primero que pensé al verlo entrar en plató fue: qué bien le quedan los pantalones. Con pinzas, parecía un modelo de perfumes de Dolce&Gabanna. Luego me llamó la atención su pelo. Pelazo. Me encantan los hombres con pelo largo, me ponen muchísimo. Creo que es uno de mis fetiches. Les hace atractivos y sensuales. Mientras me atiborraba a pistachos pensaba: “¿Habrá venido peinado de casa o ese efecto mojado tan atrayente se lo habrán hecho en Telecinco?”. Cuando la semana que viene vuelva a trabajar se lo preguntaré a mis compañeros.
Qué afortunado me sentí cuando fui consciente de que gracias a desempeñar mi labor profesional en Telecinco podía solventar este tipo de dudas. Mientras iba apurando mi refresco de cola Zero me recreaba en la belleza facial de Carlo. Qué carita, no la pintan los pintores. Lo tiene todo bonito. Los ojos, la nariz, la mandíbula, la boca. Esos dientes separados que le dan un aire picarón. Debería trabajar la voz. Su tono tiende a convertirse en monocorde cuando ejecuta parlamentos de más de dos frases. Y en cuanto a lo que dijo pues voy a ser sincero: reparé más bien poco. De vez en cuando exclamaba yo un “angelito” o un “uuuhhh” pensando en la que le iba a caer en los programas de la cadena. Pero me da la impresión de que a Carlo le importa muy poco lo que digan de él. Pertenece a esa clase de tíos que le cuesta aceptar que no lleva la razón porque tiene pinta de escuchar poco. Lo cual no es malo siempre y cuando seas guapo. Si yo tuviera una pareja como Carlo no me importaría nada que no me escuchara. Es más, se lo agradecería porque así no tendría que hacer el esfuerzo de hablar.
Los hombres como Carlo no hace falta que hablen. Incluso diría yo que es mejor que no lo hagan. A mí me pilla uno así siendo jovencito y lo dejo todo. Ahora saldría corriendo porque me cuesta aceptar que mi novio sea más guapo que yo. Me produce desazón. Inseguridad. Zozobra. Resumiendo: un mal rollo que te cagas. Había acabado ya el paquete de pistachos cuando entró Terelu en el plató de ‘¡De Viernes!’ a conocer a su yerno. Hay gente que no entiende que los futuros familiares se conozcan en los platós pero yo lo encuentro mucho más cómodo. Evitas silencios embarazosos y encima te pagan por ello. Todo son beneficios. Me alegra volver a ver a Terelu en Mediaset. Es su casa. Y la mía. Y la de muchos amigos y compañeros con los que me volveré a encontrar porque, como decimos en Catalunya: “Roda el món i torna al Born”.
Tras el desastre ocasionado por alguna que otra declaración de Carlo, Terelu hizo lo que tenía que hacer: intentar arreglar el desaguisado. Terelu sabe que le viene una época complicada y que tendrá que hacer frente a algún que otro contratiempo, así que está optando por la opción más inteligente: perfil bajo y poco riesgo en sus declaraciones, no vaya a ser que la tozuda realidad le obligue a decorar frases pronunciadas con anterioridad. Mar Flores, la consuegra, ha preferido abonarse al trajecito de la dignidad pero no le favorece mucho. Le queda impostado. Tarde o temprano terminará sacando la patita aunque intentará que no se note mucho. Echará mano de alguna elegante excusa –un posado veraniego o algo así– que la distancie de su consuegra.
Me llamó la atención que Alejandra Rubio dijera que le impresionó conocer a Mar Flores. Pues chica, que no te la dé que tampoco es Carmen Martín Gaite. Es más: da mucha más impresión tu madre, que ya es toda una leyenda, un meme de culto, un personaje de primera. Pero a veces nos cuesta valorar lo que tenemos en casa. Lo mismo le pasa al Turronero conmigo: que me ve tanto en la tele que no me valora. Y yo, siempre que leo que celebra alguna fiesta (un cumpleaños, la comunión de una nieta, el advenimiento de un geranio) pienso con tristeza: ¿qué habré hecho yo mal en esta vida para que no me invite?