El 2 de junio del 2014 Juan Carlos I (84 años) anunciaba su deseo de abdicar. Mientras daba su discurso de abdicación, su esposa, la reina Sofía (84 años) cogía un vuelo trasatlántico. No cancelaba sus compromisos en Estados Unidos y continuaba con su agenda. Sí, era uno de los días históricos de la vida de su marido y de su hijo, Felipe VI, pues él se convertiría en el nuevo monarca, pero también era muy importante para ella: iba a recibir un premio en Nueva York. Y fue cuando llegó a la ciudad de los rascacielos cuando vivió la peor casualidad posible: compartía hotel con la amante de su esposo, Corinna Larsen (58 años).
En su último episodio del podcast ‘Corinna y el Rey’, Larsen hace pública esta embarazosa circunstancia, que hasta ahora había permanecido en secreto. "Cuando tu marido abdica el trono de España, siendo, además, una decisión histórica sin precedentes, y tú hijo se convierte en rey, no es precisamente un día en el que tú quieras viajar", dice la empresaria a la que Juan Carlos le regaló 65 millones de euros.
Lo cierto es que doña Sofía acudía a una cumbre en la sede central de las Naciones Unidas, ubicada en Manhattan. La reina iba a recibir un premio por su labor humanitaria, y no quería aplazarlo ni cancelarlo. Deseaba asistir y, con este gesto, quizás significar dos cosas: Una, su carrera, al igual que la de su marido, también es importante; y dos, quitarse de en medio en un día tan señalado para él. ¿Casi un castigo para Juan Carlos? Podría ser… Lo cierto es que Sofía, literalmente, se esfumó.
"Me iban a responsabilizar de la abdicación"
Lo que seguro no esperaba la reina era coincidir, en una de las ciudades más multitudinarias, con la mujer con la que estuvo ‘compartiendo’ a su marido. “Así que Sofía y yo nos encontrábamos en un escenario extremadamente estrecho, con dos ascensores para todo el mundo, un pequeño vestíbulo, una entrada y una salida”, dice Corinna Larsen en su podcast. “Además, todos los paparazzi estaban fuera y sabía que me iban a volver a culparme de todo. ¡También me van a responsabilizar de la abdicación!”.
Para 2014, Corinna ya no se fiaba de Juan Carlos y no quedaba rastro de ese amor que le profesó años atrás y debido al cual aprendió a cocinar pasta y otros platos italianos porque al monarca le encantaban. Él seguía insistiendo en cortejarla, de hecho, hasta le ofreció ser la Princesa de Borbón si accedía a casarse con él. Era la segunda proposición matrimonial que le hacía, y ella la declinó de manera taxativa.
De haber dicho que sí, el pasado y el presente (y futuro) de Juan Carlos habrían compartido servicio de habitaciones y desayuno continental. Y, entonces, la historia habría sido muy diferente y no la estaríamos escuchando ahora en un podcast semanal.