Más de treinta mil personas han acudido a despedirse de María Jiménez. Desde que su capilla ardiente abrió sus puertas a las 13 horas del día de ayer, miles de sevillanos han pasado para rendir tributo a una de sus trianeras más ilustres. Hasta las 10 de la mañana, los andaluces y andaluzas han podido despedirse de ella en el salón del apeadero del Ayuntamiento de Sevilla. A las 11 menos cuarto, su cuerpo en coche de caballos, ha iniciado el que será su último paseo.
Los restos mortales de María Jiménez, en un carruaje, han paseado por el barrio de Triana, donde la cantante nació, creció y vivió tantos años; pese a que llevaba tiempo instalada en Chiclana (Cádiz). Un paseo que la conducía a la iglesia de Santa Ana donde se le dirá una misa por su alma, para, a continuación, volver a ser llevada al coche de caballos que terminará el paseo acompañándola hasta el cementerio de San Fernando, donde será incinerada y reposará para siempre en el mismo panteón en que está enterrada su hija mayor; fallecida cuando solo tenía 16 años.
Su hijo, afectado y emocionado, acompañado de amigos de la artista, entre ellos Fran Rivera, han llevado el féretro hasta el coche de caballos y todo el mundo ha estallado en un emotivo aplauso.
Al cruzar el puente de Triana, los vítores y los aplausos eran incesantes. Miles de personas esperaban que el coche cruzara y llegara a la calle Betis, donde nació la diva 73 años atrás. "¡Viva, María! ¡Ole!", le gritaban sus vecinos, mientras tocaban palmas al compás.
Al llegar a la iglesia, los aplausos se han hecho aún más fuertes. Su hermana, Isabel, encabezaba el cortejo y su hijo Alejandro portaba el féretro. Una entrada por bulerías a la parroquia que tenía que abrir sus dos puertas para dar cabida a todos. Santa Ana despedía a esa María Jiménez que se cristianó y recibió su Primera Comunión allí.
A su llegada, una guitarra flamenca le daba la bienvenida. Su hijo, la mayor de sus nietos y su hermana se sentaban en los primeros bancos de la iglesia.
Uno de los momentos más emotivos de la misa ha llegado cuando se ha versionado 'El bulevar de los sueños rotos', canción de Sabina y después relanzada por la sevillana, diciendo "las amarguras no son amargas cuando las canta María Jiménez".
Muchas lágrimas pero también palmas. Mucho sentimiento condensado entre las paredes de la iglesia, que ha estallado con uno de los últimos fandangos que le han cantado.
María Jiménez había diseñado su propio funeral
La artista trianera, de carácter fuerte y personalidad arrolladora, lo había dispuesto absolutamente todo para que su último adiós fuera cien por cien a su gusto. Quería que oliera a su tierra, por lo que solicitó que no faltase el incienso; tan presente en las procesiones, el Rocío… A la diseñadora y amiga íntima Aurora Gabiño le pidió que un gran mantón de Manila, perteneciente a su madre, envolviera el ataúd. Y también quiso que su tocado de plumas de pavo real, característico de su renacer artístico, cuando sacó su disco con Joaquín Sabina, también estuviera presente. Eligió la foto que debía presidir la capilla ardiente y dispuso la iglesia que debía despedirla. Todo medido y calculado.
“Espero que a mi madre le guste, porque si no me va a mandar a…”, decía con tono de broma su hijo Alejando Sancho. Él había dispuesto esta idea sin consultárselo pero está convencido de que a ella le habría encantado este gesto.