La última entrevista de Carlos Ferrando para Lecturas: "Los celos que tenía José Ortega Cano eran tremendos"

En el día que ha fallecido el periodista Carlos Ferrando, recuperamos la que fue su última entrevista para Lecturas el pasado mes de abril

Álex Ander
Álex Ander

Periodista especializado en corazón y crónica social

Carlos Ferrando
GTRES

Esta entrevista con Carlos Ferrando se publicó en abril del presente año. Fue la última que concedió a la revista Lecturas. El periodista había publicado sus memorias, 'La delgada línea rosa', donde desgranaba su extensa trayectoria. Ferrando recibía a la web de Lecturas desde su retiro y se abría en canal. La recuperamos en este instante como homenaje a una de las grandes figuras del periodismo, de la crónica social y de la prensa rosa. Un pionero para todos.

Considerado por derecho propio como uno de los grandes nombres del periodismo del corazón, Carlos Ferrando decidió celebrar sus cincuenta años de carrera dando forma a un entretenido libro de memorias, publicado en 2022 bajo el título 'La delgada línea rosa', en el que relata un sinfín de anécdotas y situaciones vividas junto a las mayores celebridades del espectáculo de este país. Apodado 'La Avispa' por su particular visión del mundo del corazón, el periodista fue crítico de cine en la revista Fotogramas, tuvo firma y sección en Diario 16, ejerció como jefe de prensa de montones de películas y actores españoles, y llegó incluso a presentar y dirigir varios programas de televisión.

Ahora lleva unos años semiretirado y se prodiga poco en medios, pero en esta entrevista exclusiva con Lecturas demuestra que conserva su memoria y, sobre todo, que quien tuvo, retuvo.

Tengo entendido que tu libro contiene algunas mentirijillas. 

Más bien he adornado algunas cosas. Efectivamente, sé más cosas de las que he contado. Odio las memorias que se escriben para hablar mal de la gente. Además, he sido tan feliz en mi carrera... He estado cincuenta años sin dejar de trabajar un solo día, y creo que eso me da la autoridad para poder decir lo que me dé la gana.

Has dicho que tuviste encuentros íntimos con buena parte de los personajes de los que hablas. ¿Daban mucho de sí las noches en Bocaccio?

La gente joven no sabe qué era eso. Yo mandaba, era Dios en la noche. Ir a Bocaccio o a Archy significaba que la gente que estaba empezando podía conocer a productores, porque allí acudían todos. También Pedro Almodóvar estaba todas las noches en Bocaccio, donde yo era relaciones públicas. Cuando los actores empezaban no tenían dinero, y mis copas eran muy caras y además había que pagar una entrada. Eso te daba algo de poder, claro.

¿Has sido muy enamoradizo?

No exageradamente. Solo daré nombres de aquellos con los que no me acosté. Me he acostado por ejemplo muchas veces con Antonio Banderas. Por razones que no se pueden contar en una entrevista, él solo quería compartir habitación conmigo cuando íbamos a trabajar, pues yo fui jefe de prensa de todas sus primeras películas. Nunca me gustó mezclar el trabajo con lo demás, porque ahí siempre habrá un momento en el que uno se aprovechará del otro. Otra cosa es que por lo que sea te enamores... He tenido a los dos actores más guapos de este país, Imanol Arias y Antonio Banderas, en la palmita de mi mano, pero no me acosté con ninguno de ellos.

¿Y algún hombre se ha aprovechado de ti?

No. He tenido mucho poder desde el principio. Comencé en Fotogramas, la única revista de cine que entonces había en España, al tiempo que escribía diariamente en Diario 16, y luego ya empecé también a hacer televisión. De hecho, he sido el único periodista que ha hecho los tres géneros (prensa, radio y televisión) a la vez. Eso sí, como no he sido un tío muy guapo, tampoco me han perseguido. Aunque también te digo que me hubiera encantado que lo hicieran. Sí me han perseguido en las puertas de las discotecas, pero no para proponerme nada. 

Antes de empezar a escribir, trabajaste en una refinería de petróleo.

Sí, en una petrolera en Tarragona. Ahí empecé a dar sermones, porque he sido de izquierdas toda la vida y entonces estaba en Comisiones Obreras. A mí me gustaba escribir y tenía cierta soltura para ello. Una noche, estando en Bocaccio, Pedro J. Ramírez, entonces director de Diario 16, me preguntó si yo sería capaz de escribir igual que hablaba. Le dije que sí, que además no sabía hacerlo de otra manera. Entonces me mandó a hacer un reportaje sobre un concierto de fin de año, en el Palacio de los Deportes, donde actuaban Pedro Almodóvar y Fabio McNamara. Como no sabía nada de ese mundo aún, me alquilé un esmoquin y me puse a verlos en primera fila, al tiempo que apuntaba cosas en una libretita. En un momento dado, la Fanny desde el escenario me meó. Luego fui a Pedro J. para decirle que no quería escribir más, y ahí él me dijo que tenía pensado contratarme. Al día siguiente, cuando leyó el texto, lo hizo.

Más o menos alrededor de la misma época te hiciste amigo de la madre de Rocío Jurado.

Sí. Viviendo aún en Barcelona, vine un día a Madrid y fui a ver una obra de teatro de los hermanos Álvarez Quintero titulada 'Cancionera' y protagonizada por Rocío Jurado. A mí nunca me había gustado la copla, ni tampoco había sido folclórico, pero mis amigos, todos maricones, sí eran fanáticos de Rocío, así que dijeron de ir a buscarla cuando la obra acabó. Ella se fue con Mary Paz Pondal, que también estaba en la obra, y entonces su madre me hizo también la pregunta '¿Tú sabes escribir igual que hablas?'. Me dijo que no le gustaba mucho el tipo de cartas que recibía su hija, así que empecé a irme todas las tardes a su casa para ponerme a responderlas. Eran cartas incendiarias, y casi el 80% de ellas estaban escritas por mujeres. Así empecé, y luego ya Rocío me escogió como jefe de prensa.

¿Ya entonces te caía mal Ortega Cano?

Fatal. Nosotros tuvimos la primera bronca gorda cuando en 'La Lola se va a los puertos' él pidió que le colocaran a Jesús Cisneros una malla para las escenas de amor con Rocío. Tampoco quería que ella se acercara mucho a Pepe Sancho, que estaba con María Jiménez pero era un macho alfa. Los celos que tenía eran tremendos. Nunca nos hemos llevado bien. Después de aquello nos encontramos una vez en un determinado lugar, le dije unas cuantas cosas y luego hablé con Rocío para contárselo.

¿Se llevaban bien realmente Rocío e Isabel Pantoja?

Sí se llevaban bien, pero a la industria no le interesaba absolutamente nada que eso fuera así. Si ellas hubieran sido enemigas, Isabel no se habría tirado al suelo, llorando y abrazando el féretro, el día que Rocío murió.

¿Consideras que Encarna Sánchez tuvo a Isabel de segundo plato?

Sí. Lo hizo porque no consiguió nada con Rocío Jurado, que era en realidad su obsesión. Cuando Encarna le regaló aquel famoso juego de joyas, yo le pedí a Rocío que se lo devolviese inmediatamente. Se lo devolvió y aquello fue luego a parar donde fue a parar. Encarna no ha sido benefactora de nadie, aunque tenía mucho poder y hacía una audiencia tremenda en la radio. En esa época yo tenía mucha amistad con Esperanza Roy, y Encarna vivía justo debajo de su casa. Los dos nos tirábamos al suelo para escuchar lo que hablaba con todas esas actrices que iban a visitarla. Aquello era oro puro.

¿Te decepcionó que Sara Montiel te pidiera que te casaras con ella por dinero?

Me hubiera encantado casarme con ella si de verdad hubiera estado enamorada de mí. Yo me quedaba a dormir muchas noches en casa de Sara, y su hermana Elpidia, que me adoraba, nos decía: 'A ver cuándo hay boda aquí'. Desgraciadamente le dije que no, cosa de la que me arrepiento mucho, porque luego apareció en su vida el espanto sinvergüenza que apareció. Debí haberle dicho que sí, porque yo no le hubiera hecho ningún daño.

En tus memorias cuentas también que Carmen Sevilla fue el único personaje que te puso delante de un juez. ¿Qué pasó ahí?

Ella dijo que yo había comentado algo que realmente no dije. Nos fuimos a juicio y lo perdió. Al día siguiente me llamó y dijo: 'Anda, ¡que te has ganado un dinerillo, chiquillo! Carlangas [me llamaba así], vamos a ser amigos de nuevo'. Le dije que sí, y entonces me pidió que le mandase algún dinero para sus ovejitas.

Antes mencionabas a Pedro Almodóvar, con quien trabajaste como jefe de prensa. ¿Qué tal era eso de trabajar bajo sus órdenes?

Mi experiencia fue fantástica. Pedro es uno de los hombres con los que más feliz he sido. Nunca me acosté con él, pero por la sencilla razón de que a mí siempre me gustaron los hombres guapos. Tampoco me acosté con ninguna mujer fea, y casi nunca tampoco con alguien que no perteneciese al mundo del espectáculo. A fin de cuentas, siempre he vivido ahí.

No guardas un buen recuerdo de tu paso por el programa 'Crónicas marcianas'.

Ninguno. Llegué a odiar a Xavier Sardá, porque en un momento en el que yo iniciaba mi relación con Carmen Ordóñez él se metió por medio. Pasaron varias cosas ahí. No he sido nunca vengativo, pero te mentiría si dijera que no me alegro de ver que ahora no es nadie. Tampoco hablaría de rencor, porque me he reído mucho de él. A fin de cuentas, sabía muchas cosas de él, mientras que él solo sabía acerca de mi sexualidad lo mismo que sabe todo el mundo.

De María Teresa Campos, en cambio, sí guardas un gran recuerdo.

Ella ha sido la persona del mundo del espectáculo más importante que ha habido en mi vida. 

¿Qué opinas del conflicto entre su hija Carmen Borrego y su nieto José María?

Esas cosas nunca hubieran pasado si Teresa estuviera viva. A Carmen la puso detrás de una cámara y durante un tiempo fue la que dirigía lo que yo hacía.

¿No echas de menos trabajar en televisión?

No. No sabes cuánto orgullo me produce el no querer trabajar. Durante toda mi vida tuve miedo de que me echaran. Al menos cuando cumplí 60 ó 65 años, porque me parece que esa es una edad para retirarse. Siempre estuve trabajando a tope, y cuando me he venido a dar cuenta me veo con 75. Aunque a mí me siguen llamando todas las semanas para participar en programas. En estos últimos años han empezado a morirse las grandes que quedaban, y resulta que yo era el único periodista que trabajó con todas ellas. Por narices tenía que ser yo quien fuese a los programas a hablar. Pero ya solo haré cosas muy puntuales y que me diviertan.

Es comprensible.

Es que creo que hay un tiempo para cada cosa. A veces, cuando me llaman, les pregunto qué es lo que quieren. 'Si queréis que os dé una noticia, yo os la doy y luego vosotros hacéis con ella lo que queráis'. Pero es que eso de ir a un plató, tener que pintarme... He odiado maquillarme toda mi vida, y considero que ahora tengo una buena piel y eso me la destrozaría. Aunque también te digo que todo depende del momento. A lo mejor veo que alguna de las muchas enemigas que tengo en televisión sale un día diciendo 'Carlos Ferrando ya no trabaja porque no tiene memoria', y entonces digo 'Pues mira tú por dónde, ahora sí voy a trabajar un poco'. Eso sí, trabajaría cinco semanas y luego me iría. Ahora prefiero estar sentadito en casa. Sigo leyendo periódicos y veo la tele, por lo que sé lo que pasa en el país, y también sigo quedando con mis amigos del espectáculo, pues nunca he tenido amigos que no pertenezcan a este gremio.

Me llamó la atención que durante la promoción de tu libro comentaras que hoy no eres nada feliz. ¿Qué necesitarías para poder serlo?

Tener veinte años menos. Hasta ahora me funciona la cabeza, pero también veo que tengo 75 años y que, indudablemente, el paso del tiempo empieza a notarse en el cuerpo. Lo que no me gustaría es estar en un plató y que de pronto se me fuese la memoria. Es más, cuando voy a algún programa, si veo que no tengo en la cabeza la información que necesito, me molesto en buscarla. Además, tengo mi vida escrita en una serie de diarios en los que escribo todos los días.

Pensé que el tema de la infelicidad podía estar relacionado con cierto sentimiento de soledad.

Soledad hay, claro, pero en este caso fue una elección mía. Vivo solo, e igual hace veinte o veinticinco años que no me he acostado con nadie. Tampoco tengo una peseta, y nunca me ha gustado tener dinero. Siempre he preferido gastármelo divinamente. Me estuve por ejemplo yendo a La Habana todos los fines de semana durante años. La verdad es que me he bebido la vida.