Ahora viene cuando decimos que Isabel Preysler es una mujer moderna y nos apedreáis. Pero es verdad, al menos, lo es bastante más que su hija Tamara, que a veces da muestras de tener un pensamiento decimonónico si la comparamos con quien la parió.
La última muestra de que Isabel sabe muy bien lo que se dice la ha dado cuando le preguntaron por el Orgullo LGTBI. La ‘socialité’ estuvo tremendamente acertada al afirmar que el colectivo “tiene el derecho y la necesidad de manifestarse”. ¡Ay, que importante es eso de “la necesidad”! Mientras que muchos aún siguen usando la coletilla más rancia del universo, “¿y el orgullo hetero para cuando?”, Isabel pone los puntos sobre las íes: existe una necesidad REAL de alcanzar la igualdad, de que nuestros gustos sexuales no sean motivo de discriminación alguna, ni, mucho menos, provoquen ataques, verbales o físicos. Algo con lo que una mayoría aplastante del colectivo se ha topado a lo largo de su vida en esta sociedad que todos asumimos tan moderna, siempre y cuando la veamos desde la óptica heteropatriarcal. Todo eso dice ‘la Preysler’ con tan pocas palabras.
Pero esta es, solo, la última prueba que da la filipina de su modernidad. Una mujer que lleva haciendo toda su vida lo que le viene en gana, que se enamora de quien quiere y que luchó contra el yugo de un primer marido que pretendía mantenerla en la sombra para que solo destacara él (de esto bien nos puede hablar Pilar Eyre).
Su hija, Tamara Falcó, que siempre ha dado una imagen de ‘noblota’, sincera y sin malicia alguna, ha pecado de vacua. Hace unos días le preguntaron sobre la celebración del Orgullo, si le gustaría participar. Ella contestó esto: “La cabalgata del Orgullo no me gusta nada por la estética. No porque tenga nada contra los gais. Al revés, tengo muchos amigos gais que comparten mi misma opinión. Jamás me veréis en una carroza. Entiendo lo que defienden y lo comparto, pero la estética no”. Todo mal. Lo primero, “cabalgata”. No, no es una cabalgata, es mucho más. Es una fiesta, sí, pero también es un desfile, es una manifestación. Para cabalgatas, la de los Reyes Magos. Dos, “tengo muchos amigos gays”, la próxima vez que oiga esa afirmación, los ojos se me van a poner tan blancos que Paco Lobatón tendrá que buscar los iris detrás de mi cabeza. Tres, “jamás me veréis en una carroza. Entiendo lo que defienden y lo comparto, pero la estética no”, la estética, dice Tamara en su respuesta más frívola, superando aquella vez que dijo que su personaje histórico preferido era Robin Hood (verídico, fue en Ana Rosa).
Tamara dice que comprende pero no lo hace, Tamara dice que respeta, pero tampoco. A Tamara no le ha quedado claro que lo importante es el mensaje que subyace tras los besos, la música, las carrozas y las risas: AMAD. El mensaje más fuerte de la historia. El mismo que quiso transmitir por quien comulga cada domingo.