Tamara Falcó. No nos engañemos, querida mía. Cada vez que hablas de Dios, la Virgen, la Biblia en verso, escriben los periodistas maliciosos que eres divertida e ingenua, pero en el fondo las dos sabemos que se están cachondeando de ti. Te pinchan para que te crezcas y así obtienen titulares jugosos, tu caes en la trampa, todos nos reímos un poquito y aquí paz y después gloria. Sí, pero…
¿Sabes que me estás pareciendo muy valiente, niña Tamara? ¡Me resulta admirable que en un mundo donde ser descreído y cínico está de moda, tú te aferres a tus convicciones y las defiendas con pasión en los photocalls, mientras otras hablan de sus novios o sus películas! Porque así como Jesús predicó en el desierto, tú lo haces donde te ponen un micrófono. No cambies, por favor, me emocionas, y conste que te lo digo en serio, 'ab imo pectore' (es latín, si acaso que te lo traduzca Mario).