Si todavía no has podido cerrar la boca con lo ocurrido el pasado sábado en Estocolmo y la celebración de la 61ª edición del Festival de Eurovisión, ahora la mandíbula se te desplomará hasta el suelo. Resulta que la victoria de Ucrania ha escocido a más de los que creías… Por ejemplo a Rusia. El país está de uñas por el tema que representó a su país vecino. La canción de Jamala, como se llama la ganadora, hace referencia a la deportación que el régimen autoritario de Stalin impuso en 1944 a más de 200.000 tártaros, una herida abierta para muchos ucranianos, polacos y lituanos. Pese a que las normas del festival dejan taxativamente claro que no se pueden presentar temas con contenido político, este superó todos los filtros porque se defendió que lo que se narraba en la letra era un pasaje histórico, sin intención política de ninguna clase… Pero parece que los rusos no se lo han tragado y están de uñas.
Mientras que en Ucrania aplauden el triunfo de su compatriota y Jamala es honrada con homenajes de todas clases, en Rusia podrían plantearse no participar en el próximo certamen de Eurovisión. En 2017 se celebrará en Kiev la nueva edición, y las tensiones entre ambos países están a flor de piel. Además, los rusos sostienen que si el festival no hubiera incorporado el nuevo sistema de voto, Ucrania no habría sido la ganadora legítima del concurso, sino Australia, que acudía en calidad de país invitado y arrasó en las votaciones europeas.
Por su parte, Ucrania, antes de ganar en Estocolmo, mostraron su desaprobación con Rusia y lo que consideraron un programa de propaganda que los haría llevarse de calle el festival. Llegaron a decir, incluso, que si su candidato se alzaba vencedor, ellos no participarían en el próximo certamen. ¿Harán lo mismo los rusos? ¿Se retirarán de la competición a la espera de reincorporarse en 2018?