Y, finalmente, Miguel Bosé estuvo. El artista pudo despedirse de su sobrina predilecta, esa que le eclipsó en el tema ‘Como un lobo’ y que compartía con él su magia y talento innato, Bimba.
Miguel desde hace años vive instalado en Panamá, donde crecen sus hijos libres del acoso de la prensa y pueden llevar la vida corriente que tienen los otros niños anónimos. Esta situación de libertad tiene un reverso negativo: estar alejados de los que más quieren, pero, como Bosé demostró ayer, no existen las distancias cuando los suyos lo necesitan, en este caso, por el motivo más triste: despedirse de uno de sus miembros.
Miguel fue uno de los primeros en pronunciarse cuando se conoció la prematura muerte de la modelo. “Buen viaje Bimba, mi cómplice, mi compañera, mi amor, mi hija querida. Guíame”, escribió el hijo de Lucía Bosé en Twitter; se le iba una pieza fundamental de su vida con la que compartió risas, ensayos, música y bailes. Los dos, tan únicos, tan especiales, sobre el escenario generaban un tremendo magnetismo para todo aquel que los contemplaba. Imposible apartar los ojos de ellos, de la cadencia de sus movimientos, de sus miradas, de sus voces profundas y algo roncas.
Bimba aprendió a moverse por el escenario del mejor, de su tío, su padre artístico. Él le animó a perseguir sus sueños en la música, y, al lado de su entonces marido, fundó The Cabriolets.
En el tanatorio de La Paz, donde tuvo lugar el último adiós a Bimba, Bosé se mostró esquivo. Como toda la familia de Bimba, que han buscado el máximo respeto e intimidad en este complicado momento. Tras la ceremonia, se procedió a la incineración del cuerpo, tal y como era el deseo de Bimba.