Avanzamos uno de los capítulos más jugosos, cuando Encarna Sánchez e Isabel Pantoja se cruzan en su vida:
Mucho me han preguntado, y no pocos me han increpado, pidiendo una respuesta a mi animosidad hacia Isabel Pantoja.Pues bien, les diré que, en efecto, ella personalmente no me produce la más mínima simpatía, pero además pertenece a un colectivo que durante mucho tiempo ha estado sentado a la sombra de la permisividad: las folclóricas. Estas han sido protegidas como si fuesen una especie en peligro de extinción durante el reinado del general Franco. Como la viuda de Paquirri y ahora novia –o lo que sea– de Julián Muñoz, que hasta hace muy poco seguía resolviendo sus problemas en los despachos de algunos políticos y responsables de medios, que le han sacado de muchos entuertos, rendidos a los encantos de la rapsodia.
Un halcón listo para la caza
Conocí a Isabel durante el tiempo en que trabajé con Encarna Sánchez. Lo cierto es que habíamos coincidido una vez en Marbella, pero no crucé ni media palabra con ella. Parecía una niña tímida de barrioque habría conseguido escalar algún peldaño social al casarse con Francisco Rivera. Nunca entendí esa unión. Conocí a Carmen Ordóñez y era el polo opuesto a ella, Carmen era culta y refinada. Isabel tenía una gran voz, pero su cultura y refinamiento brillaban por su ausencia.
Me sorprendieron las primeras fotos de los dos anunciando su boda y, sobre todo, los comentarios de su entorno que decían que ella no había parado hasta conseguirlo. Creo que utilizó todo tipo de artimañas para acercarse al torero, que no estaba en su mejor momento emocional después de su ruptura con Carmen, la mujer a la que nunca dejó de amar.
“Cuentan que doña Ana acudió a un vidente-brujo. Paquirri salía con Lolita y había que hacer algo para atraer la atención del torero hacia la niña”
Podrás leer en exclusiva el resto del capítulo más polémico de las memorias de Mila Ximénez en la revista Lecturas que ya está en el quiosco.