No podía dormir tranquila. La culpa la consumía. No sabía cómo hacerlo, pero tenía que corresponder al padre de su hija Tamara. El divorcio de Isabel Preysler (72 años) y Carlos Falcó ya estaba sobre la mesa. Era una realidad. Ella se había enamorado de otro hombre, y, tras un tiempo viviendo una relación clandestina, Miguel Boyer y ella tomaron la decisión de apostar por su amor: dejarían a sus respectivas parejas. Pero ¡ay, qué difícil parecía! Y, como el padre que quiere compensar su ausencia con un hijo que se la recrimina, la marquesa sacó su chequera y tiró de generosidad a la hora de firmar su acuerdo de divorcio con el marqués de Griñón. Un acuerdo que permitió al segundo poner a salvo algunas de sus posesiones más preciadas, como el Palacio del Rincón.
La discreta boda de Isabel Preysler y Carlos Falcó
En 1980, tras obtener la nulidad matrimonial de Julio Iglesias, Isabel Preysler volvió a casarse por la iglesia. Lo hizo en una ermita de Malpica de Tajo (Toledo), en una ceremonia discreta que se contraponía a su anterior boda, en la que a la novia ni se le escuchó el “sí, quiero” del barullo que había. Los novios llevaban dos años de relación, de hecho, empezaron mientras ella aún estaba casada con Julio, en un matrimonio plagado de infidelidades y soledad.
Un año más tarde nacía Tamara Falcó, la única hija que tendría el matrimonio. Un bebé enorme y regordete, que esperaban con gran ilusión sus hermanos mayores, tanto los de un lado, Chábeli, Julio y Enrique, como los del otro, Xandra y Manuel. Eran una gran familia feliz. Carlos Falcó era muy cariñoso con los hijos mayores de su nueva mujer y todos vivían en el domicilio madrileño, que, de vez en cuando, recibía las visitas de los otros dos vástagos del marqués.
Ella era marquesa, aunque no le gustaba usar el título. Estaba en uno de sus momentos de máximo apogeo social y su presencia era requerida en infinidad de fiestas y eventos. A Carlos Falcó le gustaban estos planes, pero le gustaba más pasar tiempo en el campo; algo que a Isabel le horrorizaba. Pero, sin embargo, el padre de Tamara no ponía ningún impedimento en que su mujer no se perdiera una reunión social; siempre y cuando él pudiera escaquearse. Una relación muy diferente a la que Julio Iglesias le planteó siempre. El artista no soportaba que la madre de sus hijos se lo pasara bien sin él; así que, al final, esta acababa ahorrándose las salidas; para ahorrarse también las broncas.
Isabel Preysler, comida por la culpabilidad por su romance con Boyer
Pero estos gustos y vidas diferentes acabaron pasándoles factura. En una de esas reuniones de gente importante, ante un plato de lentejas, Isabel Preysler coincidió con el hombre más interesante que había conocido nunca, Miguel Boyer. Se enfrascaron en una apasionante conversación y se enamoraron. Los dos tenían familias y estaban casados; pero, pese a que intentaron frenar sus impulsos, al final sucumbieron el uno al otro. Y, en 1985, cuando ya no pudieron más, y él había dejado de ser Ministro, se produjo el anuncio de separación y anuncio de historia de amor. Aunque aquello, más que un anuncio, era una confirmación.
“Mi madre lo pasó fatal, ella siempre dice que si no se llega a enamorar de mi tío Miguel no habría dejado su matrimonio, porque ella estaba bien. Lo que pasa es que se enamoró locamente de mi tío Miguel”, dijo Tamara Falcó en ‘Lazos de Sangre’.
“En el principio no fue muy fácil, fue una temporada un poquito difícil, pero después pasando el tiempo llegamos a ser más amigos y más amigos hasta ser buenos amigos. Es una cosa que siempre le agradecí. Teníamos que vernos, que hablar y Carlos, que era un gran señor, lo hizo muy fácil”, dijo Isabel Preysler en el mismo programa.
El acuerdo económico al que llegaron Isabel Preysler y Carlos Falcó
Él la veía destrozada, hundida. Ella quería hacer todo lo que estuviera en su mano para hacerle más llevadera la situación y esto incluía ser generosa en su acuerdo de divorcio. “Las propiedades heredades por los hijos del marqués de Griñón, entre ellos El Rincón, se salvaron del embargo y la quiebra gracias a los cuarenta millones de pesetas que Isabel le entregó a Carlos como regalo de divorcio”, ha recordado Pilar Eyre en su blog en Lecturas. Quizás, por eso mismo, por saberse la salvadora en la sombra, “Isabel Preysler pisó con poderío El Rincón” en la boda de su hija Tamara Falcó e Íñigo Onieva. Sin ella nada de eso habría sido posible. Sin duda fue la culpabilidad más rentable de todas.