El valor detrás de la decisión de la infanta Cristina que la desmarca de la reina Sofía

Desde su blog de Lecturas, Pilar Eyre ha sido una cronista de excepción de las intrigas de la casa real española. Con ella, hemos sido conscientes de que los reyes Sofía y Juan Carlos van "cada uno por su lado", cuando las cámaras no están presentes.

Que la emérita siente "absoluta indiferencia" por su marido después de décadas soportando infidelidades y que, aunque tuvo en sus manos la oportunidad de divorciarse cuando aún era princesa, optó por no hacerlo. 

Tanto su madre como el Parlamento la disuadieron de hacerlo, “el diputado Elías Bredimas exigió que si se separaba, debía devolver su dote de nueve millones de dracmas al pueblo griego", por lo que, contaba Pilar Eyre, "decidió que lo más conveniente era regresar a Estoril al lado de su casquivano marido”.

Un camino que ha elegido no tomar su hija en un acto que acerca a la monarquía al S.XXI. Ni "cese temporal de la convivencia" del comunicado de su hermana cuando puso punto y final a su matrimonio con Jaime de Marichalar.

Ni soportar con estoicismo arcaico más humillaciones por parte de Iñaki Urdangarin, con quien ya había pasado por esta situación después de que él le confesara que había tenido una aventura con la mujer de un íntimo amigo.

La infanta Cristina, decepcionada y con la intención de reparar su dignidad, ha escenificado esta otra 'ruptura' con una enorme carga simbólica, con la que se desmarca de las maneras de proceder de la casa real española, de la aptitud de su hermana y, sobre todo, de su madre.