“La princesa Leonor (18 años) es digna representante de este país moderno y abierto al mundo”, le ha dicho Francina Armengol, Presidenta del Congreso, a la joven que hoy alcanza la mayoría de edad y jura la Constitución. La última vez que ocurrió un acto de tal envergadura en el seno de la familia real, fue hace 37 años. Felipe VI cumplía la mayoría de edad y la imagen que se dio entonces y la que se ha dado ahora no ha podido ser más diferente.
La jura de Leonor, un ejemplo de austeridad
La jura de Leonor supone una ruptura absoluta con el pasado. Los reyes han procurado ofrecer una imagen más cercana, natural y, sobre todo, menos ostentosa a aquella que tuvo como protagonistas a Juan Carlos, Sofía, Cristina y Elena.
No ha habido joyas para nadie. Ni vestidos largos. Este acto debía representar el compromiso de servicio al pueblo que Leonor hace a través de la jura de la Constitución. Un servicio de responsabilidad y de representación, que está marcando el reinado de sus padres, que también se desliga de todo lo que representaron los eméritos. La princesa es juventud y frescura, de ahí que represente una renovación de lo que debe ser la monarquía, siempre al servicio de los ciudadanos y nunca al revés.
La imagen de la nueva familia real representa todo aquello que la Presidenta del Congreso ha puesto sobre la mesa: la soberanía del pueblo, el compromiso con el cambio climático y una mejor una mejor redistribución de la riqueza a través de un modelo económico más justo. Leonor no solo es juventud y compromiso, sino también, cambio. Una mujer que llegará a la corona, criada en un ambiente feminista y que recuerda que los y las jóvenes tienen mucho que aportar, tal y como aseguró en su discurso en los últimos Premios Princesa de Asturias.
Leonor tiene de quien aprender todo esto. Su madre, Letizia, es la mejor maestra. La reina maneja como nadie los mensajes latentes, aquello que se dice a través de la vestimenta o los gestos. Es una gran profesional y ha asumido este trabajo con una responsabilidad absoluta; y su gran precupación es ser capaz de transmitirle todo esto a sus hijas.
No hay espacio para los grandes alardes y despliegues, nada de eso. Tras dejar atrás el escándalo económico que marcó el final del reinado de Juan Carlos, tanto Letizia y como Felipe han remado en dirección contraria volviéndose unos representantes austeros y concienciados con cuál es su auténtica labor. De ahí que ni tiaras, ni perlas ni brillantes se hayan asomado a sus cabezas. Una vez más, han querido desligarse de todo aquello que, una vez, representaron sus sucesores.
Joyas, vestidos largos y maximalismo. Las claves de la jura de Felipe en 1986
Mientras que en 1986 doña Sofía y sus hijas hicieron un verdadero despliegue de joyas y de vestidos de gala; 37 años más tarde, la imagen no puede ser más distinta. Leonor, desprovista de joyas, a excepción de unos pequeños y discretos pendientes; sigue la linea de austeridad marcada por su madre. Letizia ha repetido un modelo de Carolina Herrera que ya había lucido en su visita de estado a Alemania, para ceder toda la atención e importancia a su hija mayor. Por su parte, la infanta Sofía ha huido de los vestidos largos y se ha decantado por una pieza corta, perfecta para un acto de día, y en el color del escudo de la Princesa de Asturias.
En 1986 la familia real de entonces tiraba la casa por la ventana. Las hijas, preparadas como si fueran al Baile de la Rosa en Mónaco, mientras que la madre no dejaba adorno sin lucir. Pendientes, gargantilla de zafiros, pulseras de diamantes y anillo a juego con la pieza al cuello. Cristina y Elena, otro tanto. No quedaba mueñeca desprovista de su respectiva selección de brillantes. Los cabellos, enlacados. Inmóviles. Fruto de la moda, pero, también, de la propuesta estética que estaban realizando en la que el más era más.
En 2023, la monarquía repite vestuario, estrena menos, y alquila vestidos. Sí, porque la infanta Sofía ha llevado una pieza de Erdem, pero que ha sido alquilada a través de Borow, una boutique que alquila piezas únicas para eventos especiales, como en este caso. La propia tienda ha confirmado que la joven "estaba dando visibilidad a la moda circular", volviendo a demostrar que el compromiso de la casa real con el medio ambiente es absoluto. Una vez más, Letizia no deja nada al azar y mima cada detalle de la puesta en escena. Sabe que es crucial y que el mensaje que dan debe resultar absolutamente sólido.