Corría el año 2008 cuando los españoles leímos con asombro las opiniones de la reina Sofía acerca de los homosexuales: “Puedo comprender que haya personas con otra tendencia sexual, pero ¿qué se sientan orgullosos de ello? ¿Qué se suban a una carroza y hagan manifestaciones?”, le preguntaba, horrorizada, a su biógrafa Pilar Urbano en el libro ‘La reina muy de cerca’. Después señalaba con ironía: “Si todos los que no somos gays saliéramos a la calle colapsaríamos el tráfico...”. Y pontificaba sobre el derecho a casarse de los homosexuales que había aprobado el gobierno Zapatero, una ley que en esos días se atacaba duramente: “Si ‘esas’ personas quieren vivir juntas, vestirse de novios y casarse, pueden estar en su derecho o no, según las leyes de su país, pero que no lo llamen matrimonio, porque no lo es. Hay muchísimos nombres posibles, con- trato social, contrato de unión, pero matrimonio, no”. La frase “que no lo llamen matrimonio” se convirtió en un hashtag autoparódico para ridiculizar a los que se oponían a la ley, que encontraron en la reina una potente e inesperada aliada. Por eso estas afirmaciones en momentos tan delicados cayeron como un jarro de agua fría en el colectivo y la Confederación Española de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales difundió una nota solicitando aclaraciones, porque les parecía inaudito que la Casa Real, que representa a toda la ciudadanía, cuestionase los derechos de una parte de la misma. Fue uno de los episodios más lamentables del discreto reinado de Sofía, hasta el punto de que Zarzuela tuvo que desmarcarse del libro intentando desacreditar a la autora, difundiendo la idea de que esta, miembro del Opus Dei, había manipulado a la reina para dar a conocer su propia opinión.
El desmentido de Zarzuela
A mí me dijeron, despectivamente: “Por Dios, si la reina no sabe ni siquiera esas palabras en español... Eso fue la Urbano que, cuando ya recogía papeles, le soltó esa retahíla y la otra, para sacársela de encima, le dijo que sí a todo sin entender nada”. Al final tuvieron que emitir un comunicado formal: “La reina lamenta la publicación de este libro, que no refleja el profundo respeto que le ofrecen todas las personas... lamenta la inexactitud de las palabras que le atribuyen... Pilar Urbano pone en su boca supuestas informaciones que no se produjeron”. La escritora, indignada, claro está, enseñó los mails que había intercambiado con Casa Real, contó que el texto fue leído y aprobado por Zarzuela y que la misma Sofía le había dicho que le iban a dar fuerte por esos comentarios, pero que “aguantaría el tirón”. Y Pilar terminó reconociendo amargamente que “han querido matar al mensajero”. Años más tarde le confesó a Risto Mejide que la acusación de que había mentido le dolió mucho, pero que Sofía nunca le pidió disculpas, y atribuyó la campaña al lobby gay, “que maneja muchos hilos”. Pero la etiqueta de homofobia es muy difícil de borrar, hasta el punto de que Letizia y Felipe decidieron prestar su apoyo al colectivo LGTBI concediendo su primera audiencia como reyes precisamente a la Confederación de homosexuales que había protestado por las palabras de Sofía seis años atrás, lo que sentó a la ya emérita como un tiro.
El padre de Sofía, gay
Resulta paradójico que la reina Sofía tuviera esta opinión tan negativa sobre la homosexualidad cuando su mismo padre fue señalado como gay por un escritor tan eminente como Truman Capote. Y no en una conversación de cotilleo, sino en su último libro, ‘Plegarias atendidas’, publicado en 1986. Pablo de Grecia vivió unos años exiliado en Londres, en una situación tan precaria que tuvo que trabajar de mecánico en una fábrica de motores de aviación en Coventry. Al mismo tiempo frecuentaba el circulo intelectual y bohemio de Bloomsbury. Y fue allí donde conoció al gigoló Denham Fouts, conocido como “Dennis, el hombre más guapo del mundo”, gran amigo de Capote, al que contó su historia de amor con el príncipe griego. Pablo y Dennis se quisieron locamente durante unos meses, recorrieron Europa juntos y quisieron inmortalizar su pasión haciéndose un tatuaje de color azul en el pecho, sobre el corazón. La estrecha unión se rompió cuando Pablo conoció a Federica de Hannover y decidió casarse con ella. Esta relación fue contada también por el biógrafo de Denham, quien reveló que el gigoló era adicto al opio y que Pablo había sido su gran amor.
Pablo de Grecia, el rompecorazones
Pero, al parecer, no fue el único amante masculino del padre de Sofía. El gran escritor de temas monárquicos Juan Balansó me contó que estaba escribiendo sobre la homosexualidad de Pablo de Grecia. Y que tenía cartas manuscritas de compañeros de la fábrica de Coventry donde el príncipe, que era alto y guapetón, había roto muchos corazones. Por desgracia Balansó murió poco después e ignoro qué se habrá hecho de aquel valioso material.
En la actualidad, algún primo lejano de la reina, como el jefe de la casa de Baviera, ha dado a conocer que está casado con un hombre y la sobrina de Letizia, Carla Vigo, se ha manifestado bisexual y ha participado en el desfile del Orgullo que se celebra todos los 28 de junio. Una jornada que siempre cuenta con el apoyo en forma de comunicado de los reyes de España. Un apoyo, en estos momentos de tribulación, más necesario que nunca.