No había cumplido los 5 años cuando, tras estallar el caso Nóos, Irene Urdangarin (18 años) acompañó a sus padres y a sus tres hermanos mayores en su mudanza a Washington. Desde entonces, la hija menor de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin no ha vuelto a residir en España, salvo en los periodos de vacaciones. Tras Washington, la familia se trasladó a Ginebra y, después, como todo el mundo sabe, los Urdangarin-Borbón se desperdigaron por Europa. Iñaki, a la cárcel de Brieva y, después, a Vitoria. Juan Valentín, a Madrid, Pablo, a Alemania y a Barcelona, e Irene, que se quedó con su madre en Ginebra.
Madre e hija, muy unidas
La verdad es que Irene y la infanta Cristina están muy unidas. El paso de su padre por la cárcel –fue condenado a cinco años por su imputación en el caso Nóos– y la posterior ruptura matrimonial de Iñaki y Cristina, después de que la revista Lecturas desvelara en exclusiva el romance del ex duque de Palma con Ainhoa Armentia hicieron que la relación de una adolescente Irene con su padre se enfriara de manera considerable.
Huelga decir que Irene se posicionó totalmente con su madre en la ruptura, aunque en un viaje que Iñaki hizo a Ginebra para verla y explicarle la situación, la relación entre ellos mejoró y pudimos ver a padre e hija juntos en la graduación de la joven.
Madre e hija son muy tímidas
Irene Urdangarin es la menos conocida de los nietos de los reyes eméritos Juan Carlos y Sofía. Pudimos oír su voz por primera vez, precisamente, a raíz de su graduación cuando una periodista de Telecinco le arrancó unas cortas declaraciones. Irene, al igual que su madre, es una joven muy educada, pero también muy tímida, un rasgo de su carácter que, sin duda, ha heredado de su madre. Pese a que pueda parecer algo introvertida, lo cierto es que es una joven muy sociable.
Obviamente, la infanta Cristina creció mucho más acostumbrada a los focos al ser la hija de los Reyes de España. Irene, en cambio, creció en un ambiente totalmente distinto, en el extranjero, con sus padres cuestionados por toda la sociedad española y prácticamente repudiados por la familia real, salvo la reina Sofía, quien nunca descuidó su papel de abuela con los hijos de Cristina.
Parecido físico
Pero no solo en la timidez se parecen madre e hija. Tanto la infanta Cristina como su hija Irene han heredado el cabello rubio y revoltoso de los Borbones –la reina Sofía es morena–, aunque los ojos azules de Irene son claramente herencia de su padre, Iñaki Urdangarin.
La sonrisa de Irene también es clavada a la de su madre, la infanta Cristina. La manera de andar y de mover los brazos, igualmente, Irene los ha heredado de su madre.
Un estilo 'casual' que las caracteriza
La reina Sofía solía vestir a sus hijas de una manera bastante anticuada, tanto, que el rey Juan Carlos se lo reprochaba. "No las vistas así, que no las casaremos nunca", le llegó a decir. Cristina, como se sentía más cómoda, era –y es– con ropa deportiva, ya que siempre se ha movido en círculos en los que el deporte era protagonista. Fuera de ese ámbito, la infanta prefiere vestir más 'casual' en sus looks de diario. Su hija Irene es igual en ese sentido. Nada que ver con el 'estilo' que la reina emérita reservaba para sus hijas.
A Irene le gustan las blusas boho, cazadoras de cuero, botas militares y luce más pantalón que faldas, aunque también las usa. También es amante de la ropa deportiva porque, al igual que su madre, practica vela, esquí alpino y natación. Por Ginebra suele moverse en bicicleta.
La estatura es otro punto en el que madre e hija se parecen. Ya con 14 años, pudimos ver que Irene ya igualaba en altura a su madre, que mide 1,79. No es nada extraño, ya que tanto Cristina como Iñaki Urdangarin son muy altos. Los cuatro hijos del exmatrimonio lo son, sobre todo los dos mayores, Juan y Pablo, que alcanzan el 1,95 de estatura.
De voluntariado en Camboya
Irene ha sido una niña muy estudiosa y su deseo era estudiar hostelería en EHL Hospitality Business School de Lausanne, en Suiza, tal y como ella misma ponía en su perfil de Instagram. Pero parece que, al final, no va a ingresar en ese centro. Incluso ha retirado esa referencia en sus redes sociales.
Por el momento, y durante el año sabático que se ha tomado, Irene se ha ido a Camboya a realizar un voluntariado, tal y como hizo en su día la infanta Cristina. Su hermano Juan Urdangarin también estuvo en Camboya y volvió entusiasmado, por lo que Irene no ha dudado en seguir sus pasos.
Fan de su hermano Pablo
Antes de partir hacia el sudeste asiático, Irene ha estado a caballo entre Ginebra, donde sigue residiendo con su madre, Madrid y Barcelona. En Madrid tiene ocasión de estar con su abuela, la reina Sofía, y con su prima, Victoria Federica, con la que se lleva estupendamente. Demasiado, quizá, para el gusto de la infanta Cristina.
La hija menor de los reyes eméritos sospecha que Victoria Federica puede haber influido en la decisión de Irene de no seguir estudiando y que preferiría ser influencer como la hija de la infanta Elena.
En sus viajes a Barcelona, muchas veces acompañando a su madre, Irene acude a ver a su hermano Pablo, jugador del Frainkin Granollers de balonmano, y muchas veces coincide con su 'cuñada' Johanna Zott, la novia de Pablo, con quien ha hecho muy buenas migas.