La semana pasada el príncipe Harry y Meghan Markle anunciaron su decisión de dejar de formar parte de la familia real británica. La primera reacción fue de sorpresa. Pero tras analizar algunos de los gestos que han tenido los duques de Sussex en los últimos meses, queda claro que su retirada era algo que tenían claro desde hace tiempo. Sus semanas de descanso en Canadá o las pocas apariciones de Meghan desde que dio a luz son algunos de esos gestos. Y hay otro muy evidente que tiene como protagonista al pequeño Archie.
Cuando el pequeño nació, sus padres tomaron una decisión sin precedentes que ahora se interpreta como toda una declaración de intenciones. Harry y Meghan decidieron que su hijo no llevara el título de príncipe, un título que sí otorgaron a su padre cuando nació y que igualó su estatus al de su hermano el príncipe Guillermo. Pero en este caso, mientras sus primos George, Charlotte y Louis sí que cuentan con este nombramiento, Archie no lo tiene.
Con esto queda claro que desde que su hijo llegó al mundo, Harry y Meghan quisieron que estuviera apartado de la corona británica. En más de una ocasión han expresado su deseo de que el pequeño tenga una educación normal y que no tenga que estar sometido durante su infancia a las normas protocolarias de los Windsor. Algo que ahora va a ser todavía más fácil teniendo en cuenta que ellos tampoco tendrán que seguir a rajatabla el protocolo que rodea a la familia de Isabel II.
Si Meghan Markle nunca se ha adaptado a la vida de royal, desde que nació Archie le ha sido más complicado todavía. Siempre ha tenido claro que su papel de madre de familia estaba por encima del de duquesa de Sussex. De ahí que su pequeño haya influido tanto en su decisión.