Es imposible olvidar los rostros de impotencia y desolación de los reyes Felipe y Letizia en Paiporta después de ser recibidos con abucheos y barro. Imágenes que daban la vuelta al mundo y que nos permitía ver a los monarcas desoír por completo las recomendaciones de su equipo de seguridad
Desde Lecturas.com hemos ido más allá para analizar desde el punto de vista de un experto la forma, correcta o no, en la que los reyes afrontaron esta situación crítica donde pusieron en riesgo su bienestar físico. Un acto de valentía para muchos que ha reforzado su imagen de cara a la población. ¿Cuál fue su mayor error?¿Cómo puede afectar esta situación a la Corona?¿Para qué sirven los reyes en estos casos tan extremos? María José Gómez Verdú, experta en protocolo y etiqueta, nos ha dado todas las respuestas.
Nuestra experta afirma que la visita en ese momento tan crítico "no era estrictamente necesaria". Y es que para ella, el momento ideal habría sido "al día siguiente de la catástrofe, o a más tardar dos días después". Pero con don Felipe y doña Letizia ya sobre el barro ese domingo 3 de noviembre, fue en ese momento cuando fueron conscientes del alcance de la catástrofe.
En lo relativo al protocolo, para María José el único error que se cometió "fue el relativo a su seguridad". Cabe recordar que el equipo de los reyes les recomendó abandonar el lugar debido al caos que se generó entorno a su presencia y a la del Presidente del Gobierno y el Presidente de la Generalitat. "Sin embargo, tanto el Rey como la Reina optaron por permanecer, demostrando un firme compromiso de lealtad y empatía hacia el pueblo", asegura la experta. Una decisión que provocó un giro total de los acontecimientos. "Su imagen resultó significativamente fortalecida por la decisión de permanecer en el lugar, priorizando el contacto directo con la ciudadanía por encima de las recomendaciones de su equipo de seguridad", afirma María José.
"En un momento en el que la población necesitaba ser escuchada y que alguien reconociera la gravedad de la situación, los Reyes brindaron un ejemplo de cercanía y sensibilidad", destaca.
"Letizia es madre de la nación"
Don Felipe encabezaba una comitiva real que fue increpada con abucheos, insultos e, incluso, barro. Una situación de máxima tensión a la que nunca se había enfrentado pero que demostró su templanza y compromiso real con el pueblo. Pero, ¿qué hay de la reina Letizia?
Tal y como nos ha contado María José, aunque pueda parecer que no, el papel de la Reina con respecto a su marido es muy diferente. "Tradicionalmente, el Rey suele encarnar la figura de autoridad y estabilidad en momentos de crisis. En una tragedia, su papel tiende a enfocarse en la representación de la fortaleza del Estado y en la transmisión de un mensaje de resiliencia", detalla. La presencia de un rey en medio de una tragedia suele interpretarse "como un recordatorio de la continuidad y la cohesión de la nación, además de brindar un respaldo emocional colectivo a su pueblo".
Sin embargo, el papel de una reina tiene un peso mucho más emocional. "La Reina suele simbolizar un rol de consuelo y cercanía más directa", asegura Gómez Verdú. Algo evidente si recordamos las imágenes de doña Letizia completamente abatida abrazando a los damnificados por la DANA, una imagen de cercanía y consuelo que muy pocas veces hemos presenciado de una forma tan directa. Esta manera de proceder responde claramente a un sentimiento de "madre de la nación". "Tradicionalmente, las reinas asumen el papel de 'madre de la nación', acercándose a las personas con gestos de apoyo que buscan empatizar profundamente con quienes sufren", revela nuestra experta.
En el momento de caos absoluto vivido en Paiporta, el equipo de seguridad de la Reina la condujo hasta el coche con la intención de sacarla de la zona cuanto antes. Sin embargo, doña Letizia se negó a subirse al vehículo y, al igual que su marido, se dirigió a los vecinos con el objetivo de conocer en primera persona las historias de los miles de afectados que clamaban ayuda tras la riada. "Lo siento" o "Tienes razón", son las palabras que más veces repitió la consorte durante su estancia en la localidad valenciana. Un gesto que de alguna forma refleja la impotencia que sentía la madre de Leonor y Sofía ante la destrucción.