“¿Dónde está la princesa?”, se pregunta la gente por la calle. La conversación está más que servida. Imposible dar un paso sin que alguien se cuestione acerca de la integridad de Kate Middleton y su futuro inmediato. Hay quien se atreve a deslizar un fallecimiento aunque sea con boca pequeña. Hay quien no va tan lejos y apuesta por una grave e incurable enfermedad. Los hay que creen que se encuentra internada en un centro de salud mental y hay quien considera que la famosa cirugía a la que se sometió no era tal. "Una vez más nos han engañado", se lamentan. Si bien, lo único cierto es que nadie sabe donde está la princesa de Gales.
La desaparición de Kate Middleton ha puesto de manifiesto la volatilidad de todo en lo que creemos. Cuando pensábamos que el foco podría estar en el rey Carlos o en los devaneos de Harry y Meghan, ha sido el miembro más querido de la Casa Real el que ha hecho saltar la liebre. Kate ha desaparecido. No sabemos cuándo, ni cómo, ni siquiera por qué. Lo que tenemos claro es que la princesa de Gales no está. Y lo peor de todo es que no es la primera vez que nos encontramos con esto.
Existe ya una larga -y maldita- tradición de princesas que, un buen día, se esfuman. Rostros sobradamente conocidos, presencias imprescindibles, iconos admirados que optan por alejarse de todo durante un tiempo. Mucho o poco, pero un tiempo. Le ha ocurrido a Kate por motivos médicos, le pasó a Charlene de Mónaco por razones todavía no del todo claras y lo sufre la princesa Masako debido a la presión social. Ser princesa no es para algo para todo el mundo.
La desaparición de Kate Middleton
Un vídeo intentaba calmar los ánimos y mostrar a una Kate Middleton alegre, feliz y sonriente. Sí, más delgada y con una expresión extraña pero recuperada al fin y al cabo. No pudo ser. Tras semanas de incertidumbre y una fotografía retocada con muy poca mano, todo lo que proviene de la Casa Real británica está en el foco de la sospecha. Expertos en gestualidad y comunicación no verbal analizan el ya famoso vídeo de los príncipes de Gales con el empeño de saber si se trata o no de Middleton.
La princesa se ausentaba de su agenda pública debido a una cirugía abdominal. Así lo especificaba un comunicado del palacio de Kensington donde no se ofrecían más detalles. Middleton estaría ingresada durante unas dos semanas y luego permanecería de baja hasta después de las vacaciones de pascua. Los tiempos alarmaron a los británicos. ¿Qué le pasaba a la princesa? ¿Por qué debía someterse a esa misteriosa intervención? No han obtenido respuestas.
Middleton ha desaparecido del foco. La princesa se encuentra refugiada en la intimidad del hogar. Tan solo una aparición en coche y un vídeo prueban su estado. Y nadie ha creído nada. Por el momento, eso sí, el planning inicial se mantiene. Los príncipes de Gales suelen disfrutar de unas semanas de descanso con motivo de la pascua para estar con sus hijos. Será después, sobre mitad del mes de abril, cuando Kate debería retomar sus obligaciones. ¿Estará recuperada para entonces? Nadie lo sabe.
La desaparición de Charlene de Mónaco
Mucho más llamativo fue el caso de Charlene de Mónaco. Puede que no tan mediático pero sí más preocupante. Desde que la nadadora aterrizase en el principado y se oficializase su relación con el príncipe Alberto, Charlene ha estado en el ojo del huracán. Sus gestos de tristeza, una evidente depresión y la falta de conexión con la familia real monegasca hacían temer la marcha de la deportista. Sudafricana de nacimiento, Charlene tan solo era feliz al regresar a su país.
Fue en uno de estos viajes cuando la cosa comenzó a complicarse. Lo que iba a ser una breve estancia por motivos filantrópicos acabó prolongándose durante meses. El silencio del principado y las alarmantes palabras de Alberto de Mónaco, confirmando la ausencia de su esposa, hacían saltar la alarma. ¿Había terminado el matrimonio de los príncipes? No fue hasta seis meses después cuando se confirmó el regreso de Charlene. Exhausta y cansada, la ubicación de la princesa continuó siendo un misterio. Tenía que recuperarse.
Un total de quince meses estuvo la princesa fuera de combate. Una infección en el oído y la garganta, una operación estética mal realizada, un cansancio generalizado, fueron muchos los motivos esgrimidos para justificar que Charlene había desaparecido. Volvió, eso sí, y lo hizo con cierta presencia. La princesa intentaba recuperar la posición perdida después de más de un año sin aparecer ante las cámaras. La tarea no iba a ser sencilla.
La desaparición de Carolina de Mónaco
De una princesa monegasca a otra princesa monegasca. La ausencia de Charlene de Mónaco dejaba la cabeza del principado completamente perdida. Alberto de Mónaco no contaba con la fuerza ni la popularidad suficiente para llevar las riendas del país. Tuvo que pedir ayuda. Y allí estaba su hermana Carolina. Regente de facto antes y después de la llegada de Charlene, la hija mayor de Grace Kelly se convirtió en la cara visible de Mónaco.
Carolina ocupaba el puesto presidencial, se convertía en portada de revistas y eclipsaba a todos. Los que estaban y los que, como Charlene, no aparecían. Un paso al frente que hizo que la mujer de Alberto de Mónaco intentase rearmarse desde el exilio. Con la ayuda de su hermano, fiel escudero y única persona en la que confía, Charlene intentó preparar su vuelta lo mejor posible.
Mientras Carolina reinaba en Mónaco, la princesa desaparecida tomó posiciones, se creó un gabinete fuerte y organizó su regreso. Solo faltaba una cosa: el paso atrás de Carolina. Y así ocurrió. De repente, la princesa de Mónaco dejó de asistir a los actos. Durante varios meses, la hija de Rainero no dio señales de vida. Incluso en aquellos actos en los que nunca se había ausentado. ¿Un daño colateral para reafirmar el matrimonio de los príncipes? Posiblemente.
La desaparición de la princesa Masako
¿Qué le ocurre a la princesa? Mucho antes de Kate Middleton, mucho antes de Charlene, estuvo Masako. La mujer de Naruhito no lograba superar el trauma de su mediática boda y la presión por engendrar un varón y caía en un profundo estado de depresión. Completamente apartada de la vida pública, los médicos diagnosticaban un trastorno de adaptación. La princesa se replegaba en palacio y se ausentaba durante años de cualquier vestigio de vida pública.
El estrés de su posición, las rígidas normas de la monarquía japonesa y el delicado estado que no lograba superar hacían que la princesa no lograse remontar. La preocupación por su salud atormentaba. Masako vivía alejada de las cámaras y los flashes. No fue hasta 2004 cuando se comenzaron a dar explicaciones acerca de la situación que vivía. Empezaban una serie de idas y venidas que intentan demostrar cierta mejoría en su estado.
Desde entonces, ha seguido haciendo su camino. Para celebrar su 60 cumpleaños, una fecha muy señalada en la cultura japonesa, la princesa enviaba un mensaje agradeciendo todo el cariño y asegurando que iba a seguir avanzando en su senda. Incluso daba el paso para reunirse con los reyes de Holanda, con los que mantiene una muy buena relación. No es un camino fácil pero nadie dijo que ser princesa lo fuese.
El error de las princesas por el que también pasó la reina Letizia
¿Tiene una princesa derecho a una vida privada? ¿Qué es y no es público cuando alguien tiene funciones de representación por nacimiento o matrimonio? Es la gran pregunta que todas las princesas y príncipes europeos han terminado haciéndose. La máxima de no quejarse y no dar explicaciones ha terminado volviéndose en contra de la Casa Real británica. Demasiado silencio en una faceta más íntima de Kate Middleton ha hecho que la crisis llegue hasta aquí. También la reina Letizia intentó -con cierto éxito y muchas críticas- ser reina de lunes a viernes y simplemente Letizia los fines de semana. Las míticas vacaciones privadas que continúan en el foco mediático.
¿Qué deber tiene Kate Middleton con los ciudadanos británicos como princesa de Gales? ¿Dónde termina la faceta pública y comienza la vida personal y familiar? Posiblemente tenía razones más que suficientes la princesa para no especificar la dolencia concreta que había llevado a ser operada. Es crear una alarma social posiblemente innecesaria. A partir de ahí, la deriva ha sido tan extrema que alguien debía haber tomado cartas en el asunto. No ha sido la primera princesa que desaparece, no será la última. Pero eso sí, nadie había generado una crisis mundial igual. En Kensington alguien debería estar tomando ya nota.