A la intemperie, aquel 26 de noviembre de 1994, hace 30 años, redactores, fotógrafos y cámaras de televisión aguantaban estoicamente en los jardines de la Zarzuela la aparición de la infanta Elena y su novio, el aristócrata Jaime de Marichalar y Sáenz de Tejada, cuarto hijo de los marqueses de Ripalda.
Apenas tres días antes, un escueto comunicado difundido por el departamento de prensa de palacio, anunciaba el compromiso matrimonial de la pareja. "Sus Majestades los Reyes tienen la satisfacción de anunciar el compromiso matrimonial de su hija, Su Alteza Real la Infanta Doña Elena, con Don Jaime de Marichalar Sáenz de Tejada. La boda se celebrará en Sevilla el 18 de marzo de 1995", decía el comunicado.
Con un conjunto de falda y chaqueta en color topo, la infanta Elena disimulaba su timidez y mostraba la mejor de sus sonrisas, algo extraño en ella que, desde niña, se mostraba arisca ante las cámaras fotográficas. Marichalar, desde sus dos metros de estatura, aparecía tímido y discreto dejándole todo el protagonismo a su prometida.
Sin duda, fue uno de los acontecimientos del año. España no había vivido una boda real desde 1906, cuando Alfonso XIII se casó con Victoria Eugenia, abuelos del rey emérito Juan Carlos.
Cuándo y dónde se conocieron
Hasta que se hizo oficial su relación, Marichalar solo era un amigo de la infanta, aunque los rumores de que entre ellos había algo más que una amistad estaban al cabo de la calle. El aristócrata vivía en París y Elena viajaba a menudo a la capital francesa, en principio, para estudiar literatura francesa, aunque otras fuentes afirman que decidió establecerse allí para olvidar su último fracaso amoroso con el jinete Luis Astolfi. Lo cierto es que allí se conocieron, se trataron y fue París la que vio nacer una historia de amor que culminaría ante el altar mayor de la catedral de Sevilla.
La boda en Sevilla fue un cuento de hadas a la que asistieron buena parte de las casas reales europeas y asiáticas. Sevilla se vistió de gala para lucir resplandeciente en esa mañana casi de primavera. La infanta estaba radiante con un diseño de Petro Valverde, un vestido en seda natural bordado de color marfil y de corte princesa, con mangas francesas y escote cuadrado. El velo, de cuatro metros, fue el mismo que llevaron en su boda la reina Sofía, entonces princesa de Grecia, y la madre de esta, la reina Federica.
París la ciudad del amor
No hay nada más romántico que conocerse y empezar a quererse en la ciudad del amor, París. A nadie extrañó, pues, que durante los primeros meses de su recién estrenado matrimonio, la pareja se estableciera en París, concretamente en un pequeño apartamento situado en pleno centro de la ciudad muy cerca del museo del Louvre.
A su regreso a Madrid, el matrimonio se instaló en un tríplex situado en el barrio de Salamanca. Allí vivieron felices y formaron una bonita familia, si bien el tiempo acabó convirtiéndolos en pasto de la prensa y no por noticias muy agradables precisamente, como veremos más adelante.
¿Pero qué tenían en común Elena de Borbón y Jaime de Marichalar? La verdad es que, salvo sus nobles orígenes, poco o casi nada. A Elena le gusta la hípica, navegar –aunque no tanto como a sus hermanos Felipe y Cristina–, el esquí... le gusta la enseñanza, los niños –es diplomada en magisterio–... y los toros, quizá la única afición que compartía el matrimonio, porque a Marichalar el tema deportivo no le atraía en absoluto y, al ser un hombre de secano, subirse a un velero era para él un deporte de aventura. En la Copa del Rey que todos los años se celebra en Palma, el entonces duque de Lugo era invitado a subirse a alguna embarcación. Verlo en la cubierta, perfectamente uniformado, pero con las manos en los bolsillos era, desde luego, la imagen menos marinera que se pueda uno imaginar.
A Jaime de Marichalar le gusta la moda, la vida social y la caza. Le interesa la economía, aunque no tiene ninguna licenciatura reconocida en España, y es consejero de firmas como Dior y Loewe. Siempre ha sido un avanzado a su época. Fue de los primeros españoles en desplazarse por la ciudad en patinete y en usar auriculares inalámbricos con su teléfono móvil. Su manera de vestir siempre ha llamado la atención. Recuperó la tradicional capa española y para ser un Grande de España no dudaba en pasearse con pantalones estampados de cachemira. ¿Excéntrico? Quizá, pero nadie le quita el mérito de convertir a la infanta Elena en una de las mujeres más elegantes del país.
Dos hijos y un aborto espontáneo
La vida matrimonial de Elena y Jaime no difería mucho de la de cualquier pareja de su edad, salvo por los ineludibles compromisos oficiales que su condición de miembros de la casa real española les venían impuestos.
A los dos años y medio de la boda, Elena de Borbón se quedó embarazada de su primer hijo, que nació el 17 de julio de 1998 mediante cesárea. El bebé, un niño, recibió los nombres de Felipe Juan Froilán de Todos los Santos. Felipe, por su tío, el actual rey de España, Juan por su abuelo y bisabuelo maternos, Froilán por ser el patrón de Lugo y Todos los Santos porque es tradición en la familia real española. Aunque en su casa lo llamaban Pipe, fuera de ella se popularizó el nombre de Froilán, que es como todos conocemos al nieto mayor de Juan Carlos. Jaime de Marichalar, nervioso por su primera paternidad y poco ducho en hablar ante los medios, dijo que su hijo "se parecía a la madre, el pobre", lo que provocó no pocas risas y, casi con toda seguridad, una buena reprimenda en privado por parte de la infanta.
En 2000 nació Victoria Federica, con lo que el matrimonio ya tenía la siempre ansiada parejita. Jaime de Marichalar, con la lección aprendida, dijo que la niña "se parecía a la madre, afortunadamente". En realidad, no es del todo cierto, porque Victoria Federica, físicamente, es más parecida a su familia paterna, pero todo el mundo sabe que la fisonomía de los bebés cambia muy rápidamente. La niña recibió el nombre de Victoria por su tatarabuela, la reina Victoria Eugenia –madrina del rey Felipe VI– y Federica por la madre de la reina Sofía.
Aún habría un tercer embarazado que, desgraciadamente, se malogró. En enero de 2003, el rey Juan Carlos había anunciado, feliz, que Elena estaba de nuevo embarazada, pero esta gestación no llegó a buen término. Al día siguiente del feliz anuncio, casa real emitió un comunicado: "En la mañana de hoy y al hacerse la infanta Elena una revisión rutinaria en la clínica Ruber Internacional, tras su llegada de Nueva York, su ginecólogo habitual, el doctor Emilio Esteban, se ha dado cuenta de que llevaba una gestación de catorce semanas que se ha interrumpido por un aborto retenido". Este triste acontecimiento impidió que los duques de Lugo formaran familia numerosa.
El ictus de Marichalar
El aborto no fue la única fatalidad sufrida por el matrimonio. Unos meses antes, Jaime de Marichalar tuvo que ser ingresado en el hospital Gregorio Marañón a consecuencia de una isquemia cerebral que le dejó paralizado medio cuerpo. El ictus se produjo cuando el duque de Lugo estaba en el gimnasio y hacía ejercicio sobre una bicicleta estática.
La edad que tenía entonces Jaime de Marichalar, 38 años, fue motivo de muchas especulaciones acerca de las causas, jamás confirmadas, que pudieron haberle provocado el ictus. Según publicó la revista Época, la infanta Elena, en su solicitud de anulación de su matrimonio religioso, alegó "consumo ocasional de cocaína" por parte de su todavía marido.
Cese temporal de la convivencia
Los rumores de crisis en el matrimonio eran un secreto a voces, pero tanto Juan Carlos como Sofía aconsejaban a su hija que aguantara el máximo tiempo posible. La palabra divorcio no gusta –mejor dicho, no gustaba– en la familia real. Además, en esos momentos, la infanta Elena era la segunda en la lista de sucesión al trono, por detrás de su hermano Felipe, y hasta que este no tuviera un heredero o heredera que desplazara a Elena de ese puesto, era mejor seguir guardando las apariencias. Tras el nacimiento de Leonor en 2005, esa premisa ya era innecesaria, por lo que la infanta Elena siguió adelante con sus planes de separarse.
Así, el 13 de noviembre de 2007, casa real difundió un comunicado en el que se anunciaba el "cese temporal de la convivencia", un eufemismo que venía a decir que la pareja había partido peras. Como decimos, para la familia real la palabra divorcio no entra en su vocabulario (que se lo digan, si no, a la mismísima reina Sofía, harta de las infidelidades de Juan Carlos, que aconsejada por su madre nunca sopesó la idea de divorciarse), hasta que llegó el caso Nóos. Ahí ya todos, Juan Carlos, Felipe, etcétera, aconsejaron a Cristina que se desvinculara de Iñaki Urdangarin cuanto antes. Como se sabe, Cristina no les hizo ningún caso hasta que la revista Lecturas publicó en exclusiva las fotos de Urdangarin con Ainhoa Armentia en actitud muy cariñosa. La paciencia de Cristina fue inmensa hasta que llegó esa humillación pública hacia su persona y, sí, entonces ya tomó la decisión de pedir el divorcio.
Tras varios acuerdos de separaci��n y cumplimentados todos los tramites necesarios, el 21 de enero de 2010 quedó formalizado el divorcio de la pareja, dos años después de Elena y Jaime ya no vivieran bajo el mismo techo. En cuanto a la nulidad eclesiástica, no ha habido noticias al respecto, por lo que no se sabe si es que, finalmente, no se presentó la demanda o que, si esta existió, fue desestimada por el Tribunal de La Rota.
Su relación actual
Es totalmente inexistente. Ambos se preocupan por sus hijos que, todo hay que decirlo, han sido protagonistas de sucesos muy mediáticos, como cuando Froilán se disparó en un pie cuando aún no había cumplido los 14 años, edad mínima para usar armas de fuego. El adolescente estaba en una cacería con su padre, lo que le supuso un disgusto enorme a la infanta Elena, que no aprobaba que Marichalar se hubiera saltado la ley dejándole usar una escopeta. Al final, el asunto se saldó con una multa de 150 euros al exduque de Lugo.
Froilán no destacó por ser un estudiante aplicado, al contrario, le gustaba la noche y las fiestas, protagonizando o, en ocasiones, viéndose salpicado por algunos polémicos episodios, como un tiroteo o una redad de la policía. Finalmente, Froilán obtuvo la licenciatura en Administración de Empresas y por decisión de su madre, fue enviado a Abu Dabi con el abuelo.
Por lo que respecta a Victoria Federica, la vemos todos los años acompañando a su padre a los desfiles de la Semana de la Moda de París. Victoria Federica también le ha dado disgustos a su madre, ya que dejó los estudios para ser influencer. Y muy bien pagada, por cierto. No se lleva bien con los periodistas, lo que no quita que ya ha protagonizado varias portadas. La infanta Elena cree que la deriva de su hija, más interesada por la moda y las redes sociales que en los estudios, es una influencia negativa que ha recibido de su padre.