Los seis sobrinos del rey Felipe VI se han convertido con los años en personajes deseados por la prensa. Uno de los más golosos ha sido Felipe Juan Froilán, hijo de la infanta Elena y Jaime de Marichalar, considerado el rebelde de la corte de los Borbón. Y ojo, que el muchacho igual tiene motivos para serlo. En noviembre de 2007, cuando apenas tenía ocho años, sus padres anunciaron aquel "cese temporal de la convivencia". Su hermana Victoria Federica y él abandonaron entonces con su madre el domicilio conyugal para trasladarse a una casa en la colonia Fuente del Berro, donde, como bien explica la periodista Silvia Taulés en su libro 'Los sobrinos del rey', la vida casera duró poco.
"La infanta se había mudado de recién casada al barrio de Salamanca por insistencia de su marido, para quien las calles nobles de la capital eran como una necesidad vital", relata en sus páginas. "Pronto surgieron los desencuentros. A él le gustaba la vida social, los desfiles, la noche, salir con amigos y parar poco en casa. A doña Elena siempre le ha gustado el deporte, ha sido su centro vital, en especial la hípica y la caza, todo lo que, en definitiva, tuviera que ver con el campo y la naturaleza. Criada en el palacio de la Zarzuela, rodeada de verde, ese cemento, por muy bello que fuera, se le caía encima".
Además, añade la autora, tener que hacer más vida social de la estrictamente necesaria y ampliar su círculo le suponía un gran esfuerzo a la infanta, que se crio en un besamanos: "Pero no tuvo más remedio que hacer de tripas corazón y cedió ante un marido con quien terminó sin dirigirse la palabra. Aún hoy en día siguen igual. Si se cruzan, no se saludan. Y cuando hay diferencias irresolubles, quien termina por pagar el pato son los niños. Felipe y Victoria fueron de aquí para allá desde que nacieron y al separarse sus padres, esa vida poco estable se desestabilizó del todo". Tras instalarse en la casita de la colonia, doña Elena decidió mudarse a un piso de casi 500 metros cuadrados en Niño Jesús, un apartado barrio cercano al Retiro, y allí crecieron Froilán y Victoria Federica, que de pequeña era bastante más retraída que su hermano.
A los dos les costó acostumbrarse al fuerte carácter y las firmes convicciones de su madre, una mujer religiosa, estricta y seria que no llevó nada bien el hecho de que sus hijos no fueran buenos estudiantes. "Cuando Felipe y Victoria empezaron a salir, algo que hicieron casi a la vez por su cercanía en edad, se le rompieron los esquemas", apunta Taulés. "La hermana mayor de Felipe VI quiso controlar siempre a sus pequeños, consciente de lo que sucede en la vida de los jóvenes cuando salen con amigos. Consciente, decimos, porque ella fue lo que se diría coloquialmente 'muy salidora', es decir, le gustaba la música, bailar, estar con amigos y no controlar el reloj a la hora de volver a casa. Son gustos que sus hijos han heredado y que han puesto en práctica a pesar de su madre y muchas veces con la complicidad de su padre, mucho más laxo a la hora de imponer las normas".
Si Elena daba una orden, en ocasiones esa orden no se cumplía en casa de su ex, lo que sacaba de quicio a la infanta. La tensión entre ambos alcanzó su punto álgido en 2012, fecha en la que Froilán, que entonces se encontraba con su padre realizando ejercicios de tiro en el patio de la finca familiar de Garrejo, se disparó accidentalmente en un pie y tuvo que ser intervenido en la clínica Quirón de Pozuelo. "Durante los días que Froilán estuvo ingresado, quedó evidenciada la brecha familiar entre los padres del accidentado", escribió Núria Tiburcio en su libro 'Elena, la infanta castiza'. "Marichalar acudía en solitario, intentando no ser visto, mientras que la infanta Elena, con la reina Sofía, entraba y salía por la puerta principal. Una de las veces, la duquesa de Lugo se dirigió a la prensa y dejó clara su posición al contestar tajantemente a la pregunta sobre cómo había sucedido. 'Yo no estaba con él, estaba solo con su padre'".
Asimismo, los veranos, en Palma de Mallorca con la abuela, la reina Sofía, eran la época más familiar de Froilán y Victoria Federica. Allí se reunían con sus primos, los hijos de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, con los que desde el principio se unieron en una piña, y participaban en una especie de campamentos de verano que la madre de Felipe VI organizaba para sus nietos en el Club Náutico de Palma, donde aprendieron vela. Según cuentan, Sofía aprendió a lidiar con el carácter desinhibido y las gamberradas de su nieto mayor, al que solía perdonar todas las travesuras que hacía cuando la visitaba en La Zarzuela. Incluso le pasó por alto que, durante una salida al Palacio de los Deportes para ver un espectáculo de Disney, les hiciera una peineta a los reporteros que los esperaban.
Ristra de gamberradas
Peor fue lo que pasó en el verano de 2015, cuando Froilán, Pipe para los allegados, acudió al parque de atracciones de Madrid con unos amigos y, al ver la enorme fila que se había formado para acceder a la montaña rusa, según distintas fuentes, decidió colarse. Cuando el grupo que se saltó el muchacho le recriminó su actitud, Froilán se encaró con uno de ellos, de origen asiático, y le soltó: “Tú cállate, puto chino”. La discusión no fue a más y, como bien relata Taulés, Jaime de Marichalar salió al paso de las informaciones asegurando que todo aquello "era una invención o de la prensa o de alguien que estaba en el parque. Es otro de los errores que suelen acompañar a los hijos de la infanta Elena: su padre sale al paso y niega informaciones que después resultan ser ciertas, con lo que la credibilidad queda siempre en entredicho".
El que es el cuarto en la línea de sucesión al trono español —tras sus dos primas la princesa Leonor y la infanta, y su madre, la infanta Elena— fue de colegio en colegio desde pequeño. Su condición de mal estudiante y su currículum escolar se convirtieron en objeto de burla de los medios, lo que llevó a que sus padres, interesados en apartarlo de los focos, intentaran convencerle de que estudiara una carrera fuera de España. Pero él se empecinó en quedarse en su país, más que nada para poder estar cerca de sus amigos y su entonces novia, Mar Torres, nieta del fundador de la empresa de embutidos El Pozo (y ahora influencer), a la que conoció en un internado de Sigüenza donde estaba lo peor de cada casa y, atendiendo a lo que dicen las malas lenguas, Froilán se perdió.
En 2017, después de estudiar el bachillerato en Estados Unidos, comenzó una carrera universitaria en la escuela de negocios privada The College for International Studies (CIS), que tiene un coste de 20.306 euros por curso. Y en octubre de 2020 acaparó titulares tras ser pillado en plena calle en Madrid, de botellón y sin mascarilla. También pasó en noviembre de 2022, al verse salpicado por un caso de reyerta con navajas, a las puertas de una discoteca en el centro de Madrid, donde un amigo suyo acabó herido —él escribió luego un comunicado para negar su implicación en los hechos—. Por no hablar de ese otro episodio que sucedió en febrero de 2023, mientras se lo pasaba pipa en un after en el barrio de Azca. Al parecer, la policía desalojó el local porque sobrepasaba el aforo permitido, e interceptó a varios menores y cantidades ingentes de droga.
Una nueva vida
"Ese fue el punto y aparte en la vida de Felipe Froilán", asegura Taulés. "Harto de aparecer en prensa en situaciones poco afortunadas y consciente de que debía cambiar algunos aspectos de su vida, a finales de 2022 había pedido ayuda en casa. Habló con su madre y con su padre; y, cada uno por su cuenta, empezaron a mover hilos. Fue, sin embargo, su abuelo, el rey Juan Carlos I, quien gestionó todo lo necesario para dar un nuevo rumbo a su existencia". El rey expatriado en Emiratos Árabes movió los hilos necesarios para encontrarle un trabajo y una residencia allí a su nieto, que en 2023 fue contratado para participar en la organización de la Cumbre del Clima COP28, tras pasar una dura según su biógrafa, y por lo visto no tiene pensado regresar a España a corto plazo.