Los motivos que explicarían por qué Carolina de Mónaco vive hoy tan alejada del foco mediático

La hija mayor de Rainiero y Grace, que actualmente lleva una vida acomodada en Montecarlo, participará este sábado 23 de marzo en el Baile de la Rosa

Álex Ander
Álex Ander

Periodista especializado en corazón y crónica social

Carolina de Mónaco
Gtres

Últimamente apenas se le ve el pelo a Carolina de Mónaco (67 años). Y conste que, al menos que se sepa, la princesa no ha vuelto a tener problemas de alopecia areata como aquellos que sufrió hace treinta años años, debido al estrés, tras enviudar del empresario italiano Stefano Casiraghi. Este perdió la vida accidentalmente mientras participaba en una carrera de lanchas en la bahía de Montecarlo. Curiosamente, Carolina lleva sin dejarse ver en público desde el pasado 19 de noviembre, fecha en la que Mónaco celebra el Día Nacional del Principado con una jornada repleta de actos entre los que se incluyen un servicio religioso en la catedral de san Nicolás y una gran gala nocturna a la que siempre acuden los principales miembros de la familia real monegasca. 

Es probable que la hija mayor de Rainiero y Grace se encuentre estos días inmersa en los preparativos de la celebración del famoso Baile de la Rosa, una fiesta que ideó en los años cincuenta su madre, principalmente para recaudar fondos destinados a proyectos solidarios, y de la que ella volverá a ser anfitriona este sábado 23 de marzo. Pero sí, atrás quedaron ya esos años en los que Carolina, heredera de la corona de Mónaco hasta que vino al mundo su hermano Alberto, ejercía de princesa a tiempo completo y protagonizaba montones de portadas en las revistas del corazón, que se vendían como churros cuando hablaban de su agitada vida sentimental o recogían fotografías de su topless.

Los que ya tienen una edad recordarán que Carolina se casó en primeras nupcias con el francés Philippe Junot y que sentó un poco la cabeza tras la tragedia de su madre Grace Kelly, fallecida en un accidente de tráfico en 1982. Desde ese momento, la princesa se encargó de sustituirla como primera dama del Principado. "Tras la muerte de su madre, Carolina hizo cuanto pudo por mostrarse a la altura de lo que las circunstancias le exigían", escribió Juan Balansó en su libro 'Los reales primos de Europa'. "Luego tuvo otra etapa turbulenta, con el tenista argentino Guillermo Vilas como faro, hasta que el milanés Stefano Casiraghi se demostró como el hombre de su vida. Se casó con él por lo civil, embarazada de varios meses. Tuvieron tres hijos y Stefano organizó negocios inmobiliarios audaces y arriesgados, que tanto satisfacían como intranquilizaban a su suegro".

Segundo plano

Después de que aquel bonito sueño quedara hecho añicos, Carolina siguió dedicándose a los compromisos oficiales, pero también volvió a las andadas en el plano amoroso. Primero se encaprichó del actor francés Vincent Lindon, con el que se fue a vivir a la Provenza francesa, donde crecerían sus retoños. Más tarde se ennovió con el aristócrata alemán Ernesto Augusto de Hannover, con el que tuvo una hija y pasó casada diez años, concretamente hasta 2009 —aunque ninguno de los dos ha querido firmar el divorcio, entre otras cosas, por un pacto alcanzado entre los hijos mayores de Hannover y Carolina para preservar el patrimonio familiar—.

Es un hecho que su papel institucional fue disminuyendo progresivamente. Cuando Raniero III de Mónaco se marchó al otro barrio en 2005, el mandato del príncipe pasó a manos de su hijo Alberto, quien ya llevaba una temporada ejerciendo de brazo derecho de su progenitor —aunque Raniero se resistió a abdicar a su favor debido a que el muchacho no se había casado todavía, y hasta se planteó en un momento dado la posibilidad de convertir en su sucesor a su nieto Andrea Casiraghi, pues tampoco estaba plenamente convencido de que Alberto fuese capaz de llevar las riendas del Principado—.

Por un tiempo, el actual soberano monegasco de la dinastía de los Grimaldi se apoyó sobre todo en la que muchos dicen que es su hermana preferida, Estefanía, quien a su vez nunca ha mantenido una relación especialmente cercana con Carolina. Cuando Alberto se casó con Charlene en 2011, la menor de las hermanas Grimaldi, con quien la exnadadora olímpica mantiene una relación respetuosa pero distante, fue quedando relegada a un discreto segundo plano.

Vida acomodada

También Carolina optó por apartarse poco a poco de la agenda oficial de la Casa Real, lo que no quiere decir que se desentendiera totalmente de su papel. Ahí estuvo en determinadas situaciones como, por ejemplo, aquella etapa en la que su cuñada, que nunca ha sido su persona favorita, se ausentó de algunos actos, por "agotamiento emocional y físico", dejando solo a su marido. En la actualidad, la princesa de Hannover y de Mónaco reside en Montecarlo, donde disfruta de su inmensa fortuna y se encuentra feliz en su papel de madre y abuela. Según la prensa, todavía sigue implicada en ciertas causas solidarias como la presidencia de la Asociación Mundial de Amigos de la Infancia (AMADE), dedicada a la asistencia, prevención y protección de la infancia.

Asimismo, varias fotos publicadas en la revista francesa Point de Vue dan fe de que el pasado 14 de marzo la princesa se reunió con la mayor parte de su familia en el palacio Grimaldi, donde el príncipe Alberto celebró por todo lo alto su 66 cumpleaños. Lo mismo la mujer aprovechó la ocasión para hacer terapia de grupo con su hija Carlota Casiraghi, que está en el ojo del huracán por su ruptura con el productor de cine Dimitri Rassam y, al igual que la madre que la parió, no termina de encontrar el secreto del amor duradero.