Se dice, se comenta, se rumorea que Carlota Casiraghi (37 años) ha puesto punto final a su matrimonio con el francés Dimitri Rassam (42 años), tras siete años juntos y un hijo en común. En ausencia de una confirmación oficial, la prensa francesa señala que la relación, en la que no faltaron las crisis, se fue definitivamente al garete debido principalmente a la gran carga de trabajo del productor de cine. "Se pasa el día trabajando, no tenían vida familiar y eso era algo muy pesado para ella", aseguró una fuente cercana a la pareja.
Por otro lado, parece que la hija de Carolina de Mónaco y Stefano Casiraghi podría estar enamorada de Nicolas Mathieu, un novelista francés de 45 años, ocho más que ella, que en varias imágenes publicadas en una revista del corazón aparece saliendo de la casa de Carlota en París, apenas unos minutos después de que lo hiciera la royal.
Mathieu, que creció en la región de los Vosgos, en el seno de una familia humilde formada por un padre mecánico y una madre contable, se define como un hombre de izquierdas. Tras ganar el premio Goncourt por su novela ‘Leurs enfants après eux’, dijo que ese galardón le había cambiado la vida a todos los niveles. "Sentía vergüenza de mi familia", respondió cuando le preguntaron por qué se marchó de su región natal y terminó volviendo. "Idealizaba a las de mis amigos de la escuela privada, que tenían cuadros en el comedor y parqué en el suelo. Como puede ver, esos son los códigos que he reproducido: no vivo entre muebles rústicos y azulejo como mis padres. Yo me avergonzaba de mi padre, de lo que pudiera decir o hacer en público. Hoy me avergüenzo de haber sentido vergüenza…".
Tanto Mathieu como Carlota son amantes de la cultura y tienen hijos de relaciones anteriores. La conocida como princesa filósofa por su pasión por esa disciplina académica es madre de Raphaël, de diez años, fruto de su relación con el cómico francés Gad Elmaleh, y de Balthazar, de cinco, nacido durante su relación con Rassam. A Elmaleh lo conoció en 2011, poco después de la boda entre su tío Alberto II y la princesa Charlene, mientras tomaba café en casa de unos amigos. La historia de amor prometía, pero parece que Elmaleh no terminaba de encontrar su sitio entre los Grimaldi y que eso le llevó en 2015 a dar por finalizada su relación.
Idas y venidas
Tras romper con él, Carlota estuvo saliendo con el director de cine italiano Lamberto Sanfelice, por quien cambió París por Roma, pero tampoco ese romance funcionó. Luego apareció Rassam, hijo mayor de una de las mejores amigas de su madre, la actriz Carole Bouquet, que estaba llamado a erigirse en el príncipe azul que ella esperaba. Se casaron enamorados en junio de 2019, en la abadía de Sainte-Marie de Pierredon, en Saint-Rémy-de-Provence, pero el matrimonio ha estado plagado de constantes idas y venidas, lo que explicaría el desenlace.
Ante semejante percal, algunos afirman que una maldición amorosa persigue a la familia Grimaldi. La leyenda cuenta que la imprecación fue lanzada por una antigua amante de Rainiero I de Mónaco, que se dedicó a abusar sexualmente de muchas mujeres durante su reinado, y que la susodicha aseguró que los Grimaldi "nunca" encontrarían "el amor en el matrimonio". Viendo la mala suerte que han tenido en el amor los principales miembros del clan, es posible que sus palabras no fuesen un disparate.
Sin ir más lejos, la princesa Carolina pasó la mayor parte de su vida buscando el secreto del amor duradero. Cuando era todavía muy jovencita, abandonó el Principado para marcharse a París a estudiar Filosofía. Allí descubrió el mundo de las juergas nocturnas y se enamoró hasta las trancas del hombre de negocios y playboy francés Philippe Junot, con quien empezó a salir en contra de la voluntad de sus padres. Se casó con él en 1978, pero su matrimonio terminó dos años después, cuando los reporteros pillaron a Junot poniéndole los cuernos con la actriz Giannina Facio.
Sin suerte hasta el momento
La princesa se consoló por un tiempo con el tenista Guillermo Vilas, por quien dicen que sintió una pasión arrolladora, y a finales de 1983 contrajo matrimonio con Stefano Casiraghi, un joven empresario italiano al que había conocido en una discoteca. Con él tuvo tres hijos y vivió una época de gran felicidad que se vio bruscamente interrumpida por la tragedia: en otoño de 1990, el italiano perdió la vida accidentalmente mientras participaba en una carrera de lanchas en la bahía de Montecarlo. Aquello sumió en una profunda depresión a Carolina, que al tiempo acabaría encontrando consuelo en los brazos del actor francés Vincent Lindon, primero, y en los de Ernesto de Hannover, al que por cierto conocía desde la infancia, después.
Con el aristócrata alemán se casó en enero de 1999 y tuvo a su hija Alexandra de Hannover. Pero el complicado carácter de Ernesto, famoso por sus problemas de alcoholismo y sus líos con la justicia, dio al traste con su matrimonio e ilusiones. Desde que ambos tomaran caminos separados en 2009 —ni Carolina ni el alemán han querido firmar el divorcio, pues en caso de firmarlo ella perdería su estatus de Alteza Real— a la princesa no se le ha conocido ninguna relación. Solo el tiempo dirá si hay motivos para creer realmente que un maleficio aqueja a Carolina y a su hija.