Los Juegos Olímpicos de París están contando con la presencia de algunos miembros de las casas reales europeas. Dos de ellos, el príncipe Alberto (66 años) y Charlene de Mónaco (46 años), se dejaron ver en la ceremonia de inauguración y también han querido presenciar pruebas como el rugby 7, al que ambos son aficionados. De hecho, los dos dedicaron una parte de su vida al deporte: la sudafricana fue nadadora olímpica en representación de su país natal y Alberto llegó a competir con el equipo de bobsleigh de Mónaco en cinco Juegos Olímpicos de invierno. El soberano aprovechó precisamente el marco de uno de estos eventos deportivos, concretamente el que tuvo lugar en Turín en 2006, un año después de que él accediera al trono, para oficializar su relación sentimental.
En realidad, los príncipes se conocieron cuando Charlene, criada en el seno de una familia de clase media baja, tenía 22 años y llegó a Montecarlo para disputar el campeonato de natación Mare Nostrum. "No sé si nos enamoramos entonces", ha confesado Alberto en una reciente entrevista con la revista Paris Match. "Después de aquello, no volví a ver a Charlène durante varios años [...]. En primer lugar me pareció una excelente nadadora y una persona amable, sonriente y accesible. Lo pasamos muy bien". Se comprometieron en 2010, y en julio del año siguiente celebraron su boda, necesaria para asegurar el futuro del Principado y para acallar ciertos rumores sobre la vida privada de Alberto, durante décadas el soltero de oro de la realeza europea.
El enlace estuvo exento de sentimiento —de ahí que la novia fuese apodada como la princesa triste—, pero sí estuvo regado de especulaciones y rumores sobre la supuesta falta de amor entre los contrayentes —algunos cronistas especializados en casas reales tienen claro que su matrimonio obedece más a un acuerdo de despacho que a una historia de amor romántico—.
Las constantes especulaciones que han rodeado a Charlene de Mónaco
Ya varias semanas antes de la boda se publicó en una revista francesa que Charlène había intentado huir del principado después de descubrir que Alberto tenía un tercer hijo ilegítimo, aunque la Casa Grimaldi consiguió retenerla para evitar escándalos. También se afirmó que la sudafricana pidió a su marido una prueba de ADN para asegurarse de que no tenía entonces más hijos extramatrimoniales que Jazmin Grace, fruto de un escarceo entre el príncipe y una camarera que estaba de vacaciones en la Costa Azul, y Alexandre Eric Stéphane, al que concibió en 2003, durante un romance con la azafata francotogolesa Nicole Coste.
A lo largo de los años también se ha hablado mucho de la falta de sintonía entre la novia y sus cuñadas, especialmente con Carolina de Mónaco, que nunca vio a la sudafricana a la altura del papel que ocupa y muchas veces se sintió frustrada al considerar que la muchacha tampoco se dejaba tutelar. Eso sí, a pesar de las discrepancias, la primogénita de Raniero III de Mónaco dio el callo cuando Charlène se apartó de la agenda oficial de la Casa Real, por "agotamiento emocional y físico", dejando solo a su marido.
Todo comenzó en 2021, cuando Charlène viajó a Sudáfrica, supuestamente para trabajar en un proyecto medioambiental para la conservación de los rinocerontes, y tuvo que permanecer allí varios meses, aquejada de una importante infección que le impedía viajar y lejos por completo de su marido y sus hijos. Luego, al poco tiempo de regresar a casa se anunció que la princesa se retiraba de la vida pública para recuperarse de su situación.
Charlene de Mónaco, la princesa que ansiaba el Principado
Al haber pasado tanto tiempo separada de su esposo, se dispararon los rumores sobre el verdadero estado de su relación matrimonial. Cuando los periodistas intentaron indagar en el asunto, el príncipe Alberto se limitó a contarles que Charlène le "apoya" en el liderazgo del Principado y que "no padece ninguna enfermedad grave o incurable. Tampoco se trata de un problema de pareja. Nuestra relación no está en peligro en absoluto, quiero dejar esto claro”. Desde entonces, la princesa de 46 años se ha dejado ver en público algo más sonriente que en su primera etapa como royal.
Por un lado, porque ya ha visto superados todos aquellos contratiempos y, por el otro, y quizás este sea el motivo de más peso, porque prácticamente todo su círculo más cercano —su hermano menor Gareth Wittstock y sus padres, Michael Wittstock y Lynette Humberstone— reside hoy en día en Mónaco, lo que la hace sentir segura y protegida. "Aunque he conocido a gente maravillosa desde que vivo en Mónaco, a todos los considero conocidos”, declaró una vez la princesa, a quien le costó sudor y lágrimas integrarse en la sociedad monegasca, tradicionalmente dominada por la jet set internacional, que la percibía como una muchacha sin demasiado saber estar. “Solo tengo dos personas a las que considero amigas aquí. Por encima de todo, mis verdaderos amigos son mi familia".
Hoy, completamente recuperada, Charlene ha vuelto a la vida pública convertida en la princesa que siempre ansió el Principado, una mujer renovada y feliz.