La dinastía monegasca no ha podido nunca definirse como el paradigma del puritanismo. Es algo que bien sabe Carolina de Mónaco (67 años), que siendo todavía adolescente abandonó el Principado para marcharse a París a estudiar Filosofía y a soltarse la melena. Allí se encaprichó de Philippe Junot, un hombre de negocios con fama de playboy con el que empezó a salir en contra de la voluntad de sus padres. Se casó con él en Mónaco en junio de 1978, después de que los paparazzi la fotografiaran en topless, aunque le mandó a la peineta tras la publicación de una fotografía en la que el tipo aparecía cogido de la mano de la actriz Giannina Facio.
Tras la inesperada muerte de su madre en septiembre de 1982, Carolina intentó mostrarse a la altura de lo que las circunstancias le exigían. Sin embargo, tardaría poco en retomar su faceta de rebelde rompecorazones. Primero intercambió arrumacos con el tenista Guillermo Vilas, con quien se escapó a Tahití en 1982, donde fue sorprendida (una vez más) por los fotógrafos en topless. Luego, en la primavera de 1983, conoció en la discoteca Jimmy's de Montecarlo a Stefano Casiraghi, un atractivo emprendedor, tres años menor que ella, que había empezado a hacer fortuna en Italia como modelo de pasarela y del que quedó completamente prendada.
"Durante ese verano, la princesa emprendió un crucero por el Mediterráneo y quiso la casualidad que Stefano tuviera una avería en su yate e hiciera una llamada de socorro", escribió Basilio Rogado en su libro 'Negocios del corazón'. "Entre los barcos que se acercaron para auxiliar a la embarcación averiada estaba el de Carolina (¡oh, coincidencia afortunada!). Lo que pasó después ya se sabe: Andrés Alberto, el primero de sus tres hijos, nació en el mes de junio de 1984 y la boda se había celebrado el mes de diciembre del año anterior" —esa segunda unión de Carolina no fue legítima, desde el punto de vista de la Iglesia católica, oficial en el Principado—.
Fatal accidente
Se dice que Stefano caía bastante bien en Palacio, donde los Grimaldi veían con agrado su buen ojo para los negocios y la buena sintonía con su esposa Carolina, que desde entonces pasó a llevar una vida relativamente discreta. La pareja era la viva estampa de la felicidad y dividía su tiempo entre Mónaco y la casa que el italiano tenía a las afueras de la ciudad de Milán. Pero el cuento de hadas quedó hecho añicos el 3 de octubre de 1990.
La princesa se encontraba aquel día en París con su amiga Inès de la Fressange, mientras que su marido estaba participando en una carrera de lanchas en la bahía de Montecarlo, concretamente en la segunda manga del Campeonato del Mundo de offshore, del que era campeón vigente. En el campo de regatas había olas de un metro de altura, lo que provocó que el catamarán de doble mando de Casiraghi, la Pinot de Pinot, de 42 pies de eslora, volcara.
Su copiloto, Patrice Innocenti, salió despedido, pero Stefano permaneció atado a su asiento, soportando todo el impacto de la embarcación al caer al agua, y murió prácticamente en el acto. Varios expertos que investigaron luego lo sucedido comentaron que el italiano probablemente habría sobrevivido al accidente si su embarcación hubiera estado equipada con un toldo.
La viuda de Europa
Asimismo, un empresario de Milán, Peppino Guarraccione, que conocía íntimamente a Stefano, declaró sin reparos: "Era un irresponsable que se creía el amo del Mediterráneo, el dueño de Montecarlo y una especie de Supermán. El viento y las olas aconsejaban prudencia; Stefano, en cambio, pisó el acelerador". Stefano tenía solo treinta años y dejaba viuda y tres hijos. Tras su funeral, Carolina se recluyó con sus retoños en una pequeña localidad de la Provenza francesa. Después sufrió episodios de alopecia areata debido al estrés y encontró consuelo en los brazos del actor francés Vincent Lindon, con quien por lo visto se terminaría tirando los trastos a la cabeza. Pero esa es ya otra historia.