Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover: el motivo real por el que no han dado el paso de divorciarse a pesar de los escándalos

La princesa Carolina de Mónaco y el que sigue siendo legalmente su marido, Ernesto de Hannover, no se han divorciado a pesar de llevar años separados de hecho

Álex Ander
Álex Ander

Periodista especializado en corazón y crónica social

Carolina de Mónaco Ernesto de hannover
GTRES

El escándalo ha vuelto a rodear a Ernesto de Hannover. El que sigue siendo el marido de la princesa Carolina de Mónaco se veía envuelto en una nueva polémica este pasado fin de semana. El chef de uno de los restaurantes más exclusivos de la capital compartía su mala experiencia vivida con la visita del marido de Carolina. Este, junto a la que es su actual pareja, protagonizaba un agrio desencuentro que terminaba con el enfado del propietario del local.

A pesar que desde el entorno de Ernesto de Hannover se resta importancia y se asegura que en ningún momento fue un altercado, sino que este se sintió indispuesto debido a al diabetes que padece, el escándalo está servido. No es la primera vez que el marido de Carolina de Mónaco acaba en primera página de la actualidad por su comportamiento. Algo que ya ocurría cuando este formaba una de las parejas más seguidas de la alta sociedad con la hija de Grace Kelly.

Carolina y Ernesto hace mucho tiempo que permanecen separados de hecho. Mientras la hija del príncipe Rainiero acude en solitario a los actos del principado, su todavía marido vive en Madrid junto a su novia, Claudia, hija de la desaparecida Pitita Ridruejo. Pero, ¿por qué los príncipes no han dado el paso de separarse? ¿Por qué permanecen casados a pesar de que ni siquiera se ven en los actos de sus hijos?

El matrimonio de Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover

Dicen que hay que besar muchos sapos para encontrar al príncipe azul. Carolina de Mónaco debía tener grabadas a fuego estas palabras, porque ha tenido una vida sentimental más que ajetreada. Su primera relación seria, con el hombre de negocios y playboy Philippe Junot, terminó en boda, para disgusto de sus padres, en junio de 1978. Pero esta relación acabó cuando se publicó una fotografía en la que el francés aparecía cogido de la mano de la actriz Giannina Facio.

La primera hija de los príncipes Raniero III y Grace de Mónaco sacó ese clavo con otro que respondía al nombre de Stefano Casiraghi. En diciembre de 1983, tan solo unos meses después de que su madre perdiese la vida en un accidente de coche, Carolina se casó por lo civil con ese empresario italiano —Raniero montó precipitadamente el enlace al enterarse de que su hija estaba embarazada—. Aquella fue una de las etapas más felices en la vida de Carolina, que tuvo tres hijos con su esposo.

Sin embargo, todo se truncó en otoño de 1990, cuando el italiano falleció de forma accidental mientras participaba en una carrera de lanchas en la bahía de Montecarlo. Después de enviudar, la princesa encontró consuelo en el actor francés Vincent Lindon, con quien pasó un tiempo en la Provenza francesa. Más tarde se enamoró de un viejo amigo, Ernesto Augusto de Hannover, duque de Brunswick y Luneburg, que entonces estaba casado conChantal Hochuli, hija de la heredera de un famoso chocolatero suizo, y tenía dos hijos con la susodicha. Curiosamente, la suiza era íntima amiga de Carolina, y de hecho fue su paño de lágrimas cuando la princesa monegasca enviudó de Casiraghi.

Al principio, el romance entre Carolina y Ernesto fue clandestino. La prensa los sorprendió juntos varias veces, en lugares como Birmania, Nueva York o Marrakech, pero no fue hasta octubre de 1997 cuando se anunció oficialmente el divorcio del aristócrata alemán. Finalmente, Carolina contrajo matrimonio con él en enero de 1999, estando ya embarazada de su hija Alexandra de Hannover

Un hombre difícil

Aunque los Grimaldi son católicos, Ernesto exigió que su hija fuese criada en el protestantismo, ya que, de lo contrario, Alexandra se habría quedado fuera de la línea de sucesión al trono de Inglaterra, donde ocupa un puesto lejano tras sus hermanos mayores —cabe recordar que el aristócrata alemán es descendiente en línea directa de la reina Victoria de Inglaterra y de los reyes Jorge I y Jorge III de Inglaterra—. 

Ya desde el principio de su romance, Ernesto saltó a los titulares por su reputación de hombre difícil y sus problemas de alcoholismo. Entre otras cosas, en 1999 fue multado por golpear a un fotógrafo alemán, y en 2003 se le retiró el carné de conducir durante un mes por exceso de velocidad. Por si esto fuera poco, en marzo de 2010 fue condenado por el tribunal de Hildesheim a pagar 200 mil euros de multa por un delito de lesiones después de agredir al propietario de un hotel en Kenia. Incluso lo pillaron orinando contra la fachada del pabellón turco de la Expo 2000, lo que ocasionó un conflicto entre Estambul y Mónaco y obligó a la casa Grimaldi a ofrecer una disculpa pública. 

Su afición por la bebida también le ocasionó ciertos problemas de salud. En abril de 2005, mientras su suegro Raniero agonizaba en una habitación del hospital Princesa Grace de Mónaco, Ernesto ocupaba una estancia vecina afectado por una pancreatitis aguda. Este problema le llevó a pasar varios días entre la vida y la muerte y, por lo visto, también le ayudó a domar un poco sus demonios interiores. No obstante, Carolina y él se separaron de forma amistosa en el invierno de 2009. Lo que muchos se preguntan es por qué ninguno de los dos se ha planteado hasta ahora firmar el divorcio.

Todo un misterio

Por un lado, la cuestión obedece a un pacto alcanzado entre los hijos del alemán y la monegasca para preservar el abultado patrimonio familiar. Cabe recordar que el primogénito de Ernesto, que se llama como él, ha pasado años luchando por mantener el control de la casa güelfa, sabedor de los desmanes de su padre, y se enfrascó con él en una disputa legal cuyo objetivo era resolver quién de los dos se quedaba con la herencia de la Casa. Por otro, Carolina de Mónaco es consciente de que, en caso de divorciarse, ella perdería su estatus de Alteza Real.

Según algunos medios, Alexandra se lleva muy bien tanto con su madre como con sus hermanos Casiraghi (Pierre, Andrea y Carlota) y sus otros dos hermanos mayores (Ernesto Augusto y Cristian). Sin embargo, mantiene una relación algo más distante con su padre, que desde hace una temporada reside en Madrid junto a Claudia Stilianopoulos, la hija de la socialité Pitita Ridruejo, y no vio con demasiado agrado que su hija tomara en 2018 la decisión de convertirse al catolicismo. Carolina, por su parte, quedó relegada a un segundo plano con la llegada de su cuñada Charlene y hoy día, sin pareja conocida, se encuentra feliz en su papel de madre y abuela.