"Ella es actriz. Él, domador de leones. Ella tiene treinta años. Él cinco más". Así comenzaba la crónica de una de las bodas más esperadas del año 1980. Posiblemente, incluso de la década. Y eso que acababa de empezar. El domador Ángel Cristo y la actriz y vedette Bárbara Rey se daban el 'sí, quiero' en Valencia bajo la carpa del circo. El espectáculo -en muchos sentidos- que era su romance se oficializaba ante su familia y sus amigos. Se conocían solo desde hace dos meses, pero eso no impidió que se dieran el 'sí, quiero'. Lecturas, como no podía ser de otra forma, estaba allí junto a los novios.
Fue este romance el que puso punto y final a la relación de Bárbara Rey con el rey Juan Carlos. Al menos, en la primera parte. La vedette lo ha contado en mil ocasiones. En cuanto el domador de circo llegó a su vida, decidió que su romance con el jefe del Estado debía terminar. Bárbara se enamoró perdidamente de Cristo. La suya fue la boda que llenó las revistas y Lecturas estuvo allí. Nuestra publicación compartió el gran día con la pareja y publicó extensos reportajes. Pero muchas imágenes se quedaron guardaras en el archivo. Rescatamos fotografías de la boda de Bárbara y Ángel que ni siquiera la protagonista había podido ver antes.
La boda de Bárbara Rey y Ángel Cristo
“La ceremonia comenzó puntual, a las seis de la tarde. Ángel Cristo se había vestido en la roulotte, dentro del recinto de la plaza de toros de valencia, en cuyo redondel se levantó la carpa del circo”, recogía Lecturas en su impresionante reportaje. Como símbolo del que era su amor, la pareja decidió celebrar el enlace en el mismo enclave y bajo el mismo techo -bueno, carpa- donde habían estado trabajando el día anterior.
“El circo estaba engalanado para la ceremonia. Durante las pasadas Navidades, Ángel Cristo trabajó a diario con toda la troupe de artistas. La festividad del circo concluyó el día 6 de enero pero se mantuvo la carpa con objeto de celebrar allí la boda del domador”. Volvieron a encenderse las más de diez mil bombillas. “En la pista habían levantado un altar, al que los novios se acercaron sobre alfombras rojas. Del trapecio, colgaba un gran Cristo crucificado. Colgando sobre las cabezas de los novios, una gran corona imperial de la que partían guirnaldas de unos siete mil claveles blancos”, rezaba la crónica.
El vestido de Bárbara Rey
“Ángel Cristo vestía traje negro y camisa de seda, en blanco, cuello cisne. Llevaba, además, bufanda blanca”, explicábamos. “Bárbara Rey vestía de blanco, un modelo exclusivo y bastante original dentro de la sencillez del mismo. Era de satén natural y línea combinación. Se completaba con una capa de tul ilusión con capucha en forma de tocado”. El vestido que eligió la vedette se convirtió, como no, en lo más comentado. También en lo más criticado. Siempre atrevida y desafiante a lo establecido, Bárbara fue más Bárbara que nunca.
“En la capa, a modo de guirnalda, incrustaciones a mano pese a que 'las chicas trabajaron contra reloj', según Hortensia Cocol's, la modista, vecina e íntima amiga de la actriz, a quien viste desde hace un puñado de años”. Bárbara se vistió en el Hotel Astoria, donde estaba alojada toda su familia. “Bárbara vio dos modelos, uno de línea princesa y el que eligió. Creo que muy acorde con su personalidad y nada visto”, declaraba la modista para Lecturas.
Nerviosos en la ceremonia
“Sonriente, muy emocionada, escuchó las cálidas palabras del cura del circo, Padre Mendizabal, que les dijo: “Queridos Angel y María, no vivís un espectáculo, sino una ceremonia religiosa en la que el protagonista es el amor”. Las voces de los novios se escucharon claras, seguras, aunque algo nerviosa”. Ángel Cristo eligió como madrina a Rosa Zamora de Fernández, esposa de un médico muy amigo del domador, mientras que Bárbara, más tradicional, confió en su madre, Andrés García.
“Cuando los novios penetraron en el circo convertido en capilla, se escuchó la marcha nupcial”, rezaba el reportaje. Aunque no fue la única banda sonora -que, como no, volvió a sonar a la salida-. El himno de Valencia también los recibió. No en vano, de todas las ciudades del mundo, fue la elegida por la pareja para inmortalizar su amor.
El menú del banquete (que no probaron)
La celebración de la boda en pleno centro de la ciudad y, claro, en una carpa instalada en la plaza de toros, hizo que el banquete tuviese que celebrarse algo más lejos. Concretamente, en el Hotel Monte Picayo, al lado del casino. Los novios cogieron el coche sin pisar la calle y pusieron rumbo al banquete. ¿El menú? Crema de langosta, lubina bellavista, chuleta de Ávila a la 'charcutière' con puré 'parmentière', tarta de moka, crema de caramelo helado, café, licores y champaña. “En la minuta se reproducía un lienzo de Sorolla. Asistieron alrededor de seiscientos invitados. Cuando se sentaron en la mesa, se miraron, se rieron y se besaron varias veces”.
La pareja abrió el baile con un vals y pasó la velada firmando autógrafos a los invitados. Casi sin probar bocado, subieron a su 'suite' para cambiar los trajes nupciales por atuendos más cómodos y se dirigieron al casino, como casi todos los invitados. “Apenas entraron, se dirigieron al bar y ordenaron dos pepitos. '¡Es que no hemos podido cenar por saluda a la gente y firmar autógrafos!'”, exclamaron.
La luna de miel de Bárbara y Ángel
Los recién casados no tuvieron nada de suerte. “En la ruleta, jugaron poco dinero, Ángel Cristo acertó un pleno. Bárbara Rey, aunque a veces cobraba, no estaba en racha”, explicaba la crónica. “Isabel Luque y Africa Prat le decían: “No lo quieras todo. Te has llevado un plano al amor, no?”. La vedette se rodeó de numerosas amigas y compañeras para la celebración del enlace. Entre ellas, destacaba Mary D'Arcos, artista valenciana y compañera de Barbara en el espectáculo “Una noche... bárbara”. Ella fue la que les presentó.
La primera noche ya de casados, Bárbara Rey y Ángel Cristo la pasaron en Valencia. Un inicio de una luna de miel peculiar, como su boda. De allí volaron a Londres camino de Las Vegas o de una isla del Pacífico, explicaba el periodista. “Antes de volver al circo en Túnez”. Porque, al final, el debe mandar y el circo no espera.