Arantxa Sánchez Vicario está destrozada y arrepentida, sabedora del enorme daño que ha causado a quienes, precisamente, más la han querido siempre: su familia. Según informa la periodista María Eugenia Yagüe en LOC, la extenista vive estas semanas la peor época de su vida: abandonada por su marido, prácticamente en la ruina y con una petición de cárcelsobre ella a causa de una enorme deuda que posee, junto a Santacana, con el Banco de Luxemburgo. Y por si esto no fuera suficiente, la amenaza del hombre que la ha humillado y arruinado según la cual quiere arrebatarle a sus dos hijos, Arantxa, de nueve años, y Leo, de seis.
La extenista, sin embargo, ha descubierto –más vale tarde que nunca– que no está sola. Ha buscado y encontrado refugio en su hermano Emilio, que como ella, reside en Florida. Emilio Sánchez Vicario regenta una escuela de tenis en Napples, a 200 kilómetros de Miami, y cuando recibió la llamada de su hermana pequeña, llorosa, explicándole la situación y pidiendo perdón, el mayor de los Vicario y su esposa, Simona, le abrió las puertas de su casa a ella y a sus dos hijos. Arantxa y los niños viven en casa de su hermano desde enero.
Distanciada de su familia a causa de su matrimonio con Josep Santacana, ahora que todo está roto Arantxa los ha recuperado y, según informa Yagüe, no se cansa de pedirles perdón. Habla de nuevo con su madre, Marisa, y con todos sus hermanos, Emilio, Marisa y Javier. Solo le quedará la espinita de no haberse podido reconciliar con su padre, Emilio Sánchez, fallecido hace ahora dos años.
Precisamente, estos días se ha podido aclarar qué pasó realmente cuando Arantxa y Santacana no pudieron entrar en el tanatorio donde se velaban los restos del patriarca del clan. Cuando Arantxa y Josep llegaron allí, Emilio le dijo a su hermana una frase parecida a esta: "Tú siempre serás bienvenida, pero él que se vaya". Arantxa, enamorada de su marido hasta las trancas –y eso que, según parece, ya había comenzado su crisis matrimonial–, volvió a tomar partido por su esposo y abandonó con él el tanatorio diciendo a los periodistas allí congregados: "Mis hermanos me han expulsado".