'La noche más larga' comienza con una secuencia que provocará que más de un suscriptor de Netflix o bien deje de ver la ficción o avance el capítulo. Es solo un aviso de que la nueva serie española de la plataforma de streaming no está hecha para estómagos sensibles. Hay adornos navideños y algún que otro acorde de 'Jingle bells'; pese a estrenarse en pleno julio, la ficción está ambientada en el 24 de diciembre, en la noche de Nochebuena. Pero también está marcada por un ritmo frenético que atrapará al espectador en el sofá.
Todo comienza con un suceso inesperado para sus protagonistas, o eso quieren creer. "Van a detenerte, ahora". Simón recibe una llamada en la que le advierten de que la Policía está a punto de irrumpir en su casa. Dicho y hecho. Pero él se muestra tranquilo. No ha llegado al calabozo y ya sabe que hay un plan para sacar de la cárcel a un asesino en serie, despiadado y sin escrúpulos al que da vida Luis Callejo. Con esta trama comienza un thriller coral que dará protagonismo tanto a los polis como a los cacos en lo que iba a ser una noche familiar.
Víctor Sierra y Xosé Morais (Néboa), creadores de 'La noche más larga', apuestan por una línea temporal sencilla, sin modificaciones, para ir mostrando como este plan se materializa ante una Policía que intentará custodiar al detenido más inteligente que han tenido en sus manos. Con solo una frase consigue sugestionar a uno de los responsables de su detención. La ficción está compuesta por apenas seis capítulos de unos 45 ó 50 minutos, por lo que debido a su duración y al frenético ritmo de estos se plantea como una opción perfecta para un maratón de fin de semana.
Además, y pese a lo que se puede imaginar al descubrir la trama, se trata de una ficción coral. El detenido, Simón Lago, es trasladado a la prisión psiquiátrica Monte Baruca. Allí está un grupo de ladrones que sus hombres tienen 'comprados'. La irrupción de estos provocará que la dinámica del psiquiátrico se trastoque por completo. Quieren que lo liberen. Si los guardias lo entregan, el asalto acabará en cuestión de minutos, pero Hugo (Alberto Ammann), el director de la prisión, se niega a obedecer y se prepara para resistir el ataque. La única ayuda de la que dispondrá Hugo serán los pocos funcionarios que quedan bajo su mando e, incluso, los propios internos psiquiátricos. Sin embargo, este desbarajuste también provocará que se modifiquen rutinas tan simples como la repartida de medicación a los pacientes, lo que traerá más de una consecuencia. Sin comunicaciones y con dos objetivos claros, el de escapar y el de que no escape, comienza una larga noche de asedio y violencia para Hugo y su gente.