La historia del ajo como medicamento es casi tan antigua como la humanidad. Forma parte de los conocimientos terapéuticos de las grandes culturas antiguas: chinos, indios, egipcios, griegos y romanos ya consumieron y usaron medicinalmente esta olorosa hierba, cuyo principio activo más destacado es la alicina.
Contra la hipertensión
El ajo ha demostrado ser eficaz en el tratamiento de enfermedades cardiovasculares (reduce el riesgo de sufrir un infarto o angina de pecho, disminuye el colesterol malo y aumenta el bueno y es eficaz para tratar la hipertensión). Pero... ¿cuánto hay que tomar? En estos casos la dosis terapéutica recomendada es un diente de ajo al día o hasta un gramo de los diferentes suplementos, extractos, perlas o píldoras, según apuntan diferentes estudios clínicos. Pero es importante ser regular y tomarlo durante largos periodos de tiempo.
Potente antibiótico
Por otro lado, el ajo ha demostrado ser capaz de matar un amplio abanico de microorganismos. Además, su consumo a largo plazo no destruye la microbiota (flora intestinal), como sí ocurre con los antibióticos de tipo sintético. En las enfermedades agudas, usado como antiséptico o antibiótico, son recomendables dosis más elevadas que en los tratamientos crónicos; aunque se pueden dar incómodos efectos secundarios, especialmente de intolerancia gastrointestinal. Aunque la toxicidad del ajo es muy escasa, si se consumen dosis elevadas de ajo fresco, extracto o aceite de ajo con el estómago vacío, pueden darse ardor, náuseas, vómitos y diarreas.
Ni tos ni verrugas
La ingestión del ajo crudo también ablanda la tos ya que ejerce un efecto pectoral excelente. Su actividad es mucolítica, es decir, fluidifica la expectoración. En este terreno, consumir sopa de ajo puede ayudar. También pueden prepararse jarabes la tos a base de esta hortaliza.
También ablanda las verrugas... Basta con aplicarlo sobre ellas, macerado, por ejemplo, en vinagre.