Da una buena bienvenida al día
Solemos empezar el día 'de golpe': despertador, ducha, prisas para preparar el desayuno de toda la familia... y lo habitual es continuar igual, enlazando una tarea tras otra de forma casi automática, durante toda la jornada. El resultado: acabas agotada, tensa y de muy mal humor. El cambio debe empezar ya en el momento de despertar.
En la cama, antes de incorporarte, respira tan profundamente como puedas varias veces, exhalando del todo, sin retener nada de aire. Deja la mente en blanco durante ese momento, sin permitir que ningún pensamiento te embargue. A la vez, da las gracias por tener ante ti un nuevo día lleno de posibilidades y mantén una sonrisa dibujada en tu cara.
Después, cuando algo te sobrepase
Si durante el resto de la jornada alguna situación se te hace muy cuesta arriba o te inquieta, vuelve de nuevo a centrarte en el 'aquí' y el 'ahora' para evitar la angustia.
De nuevo, el primer paso es respirar. "La respiración puede convertirse en el más adecuado objeto de atención para volver al momento presente", explica Jon Kabat-Zinn, ideólogo del mindfulness, en su obra "Mindfulness para principiantes" (editorial Kairós). No importa en qué lugar ni en qué momento te encuentres: concéntrate en el ritmo con el que el aire entra y sale de tu nariz. Pero solo fíjate en él, no intentes cambiarlo.
Deja pasar tus pensamientos. Mientras estés concentrada en cómo respiras, seguro que un montón de pensamientos intentarán ocupar tu mente ("no debería haberle dicho eso"; "tendría que haber ido"). Pues no los reprimas, pero tampoco te detengas en ellos. Déjalos pasar como si fueran nubes. Igual que llegan a tu mente, si no te detienes en ellos, se van.
Aférrate a lo único que es real. Ni el pasado ni el futuro existen más allá de tu mente. Es imposible saber cómo habrían ido las cosas si hubieras procedido de forma distinta. Y por mucho que imagines cómo actuarás en una situación concreta que está por venir, seguro que no sucederá tal cual tú la visualizas. Así que no resulta útil dejarte atrapar por pensamientos respecto al pasado o al futuro que te inquieten. Suéltalos para que no te impidan vivir el presente con plenitud.
Deléitate en los pequeños detalles buenos. Gracias al mindfulness es posible relativizar las preocupaciones y mantener alejada la ansiedad. Pero no solo eso. Es una filosofía que invita, además, a detener tu mente en todo lo bueno que vas experimentando: un beso de tu pareja, una sonrisa de tu hijo, una palabra amable de una compañera de trabajo... Céntrate en cada una de esas experiencias cuando te sucedan, intenta saborearlas como si estuvieras catando un vino. No pases por las cosas que realmente llenan tu vida de puntillas. Si lo logras, te sentirás mucho más feliz.