Frío
Colocar una toalla con cubitos de hielo, bolsas terapéuticas de gel frío o simples compresas empapadas en agua fría durante diez minutos ayuda mucho cuando el dolor es más intenso porque relaja la musculatura, reduce los efectos secundarios de la inflamación y posee una acción anestésica.
Calor
Parece una contradicción, pero a veces el calor también resulta beneficioso. Se recomienda aplicar calor cuando el dolor vuelve con intensidad menor después de haberle administrado frío. Se puede recurrir a la sauna, una botella de agua caliente, una ducha o una lámpara de infrarrojos. Lo que siempre ayuda es colocarse una botella de agua caliente en la barriga con un paño húmedo debajo. De esta manera se relaja la espalda a través de las zonas reflejas. Sin embargo, no se recomienda aplicar calor cuando el dolor es muy agudo y responde a una inflamación masiva.
Normalidad
En ningún caso hay que permitir que el dolor altere nuestra vida cotidiana. Conviene continuar con las actividades habituales, de lo contrario puede iniciarse una espiral de dolor y malestar de la que cada vez resultará más difícil escapar. Un informe reciente de la asociación británica The Work Foundation aseguraba, después de consultar con los más prestigiosos especialistas, que continuar trabajando es mejor para la salud que reposar ante problemas como el dolor de espalda. En cualquier caso, el trabajo no puede convertirse en causa del dolor –lo es en muchos casos–, lo que puede exigir tomar medidas para mejorar la ergonomía en el puesto laboral.
Actividad
Los dolores de espalda no necesitan reposo. Conviene hacer ejercicio para mejorar la circulación y activar el sistema inmunitario. Así los tejidos recibirán nutrientes y se reparará cualquier daño. Basta con caminar, correr o ir en bicicleta. La única prevención es no hacer nada que esté por encima de las posibilidades de nuestra condición física.
Respiración relajante
La contradicción entre actividad y relajación es sólo aparente. Las dos son necesarias. Hay que sentarse con la espalda recta o, si se puede, tumbarse boca arriba sobre una superficie no demasiado blanda. Se coloca una mano sobre la barriga y se empieza a respirar tranquila y profundamente, inspirando y espirando de forma consciente. En sólo dos minutos la espalda se relaja y la sensación de dolor se reduce.