Walter Riso, doctor en Psicología: "El amor propio es tratarte como lo harías con una persona a la que amas"

¿Estás trabajando en tu amor por ti misma? Si no lo estás haciendo tienes una deuda para con tu persona. Este simple ejercicio que propone Walter Riso puede hacer maravillas para que empieces a mirarte con mejores ojos

Celia Pérez
Celia Pérez León

Periodista especializada en lifestyle y cultura

Walter Riso
tienda.walter-riso

Vamos a hacer un ejercicio rápido. Imagina que te levantas por la mañana, te preparas el café, y en el último momento, antes de disfrutar de esa ansiada taza de la mañana, te la derramas encima. Te tropiezas, o vuelcas sin querer el vaso, da igual. ¿Qué te dices a ti misma en ese momento? Seguro que nada bonito.

Puede parecer algo banal, pero no lo es. El psicólogo Walter Riso, voz referente en los países de habla hispana, nos asegura que esta forma de hablarnos a nosotros mismos es muy peligrosa. De hecho, el ejemplo podría haber sido algo tan sencillo como derramar el café, o algo tan complejo como perder un trabajo. La forma en la que nos tratamos, y no lo que nos sucede, es lo que determina cuán hondo será el agujero en el que nos hundimos. Y la causa de todo ello se encuentra en el amor propio.

Walter Riso
@walter_riso

Un ejercicio de descentramiento

Frente al primer ejercicio que te hemos propuesto, ese en el que tirabas una taza de café y reaccionabas, como todos, con algún que otro improperio, Walter Riso nos propone en su libro, Los siete pilares del amor propio, un ejercicio de descentramiento.

El experto nos lo plantea así. Imagina que tienes un hijo al que se le dan fatal las matemáticas. Además, es malo en los deportes, es un poco tímido, le cuesta hacer amigos, le hacen bullying en el colegio y, en general, no destaca en nada. ¿Dejarías de querer a tu hijo por ser torpe o por no destacar en cosas como las matemáticas? No, ¿verdad?

Un ejercicio similar podemos hacer con la imagen de una amiga. Si tu mejor amiga acudiera a ti en busca de ayuda, te contara sus problemas y buscase tu apoyo, no le responderías “eres una inútil” o “eso te pasa por tonta”. Pero a ti misma, sin embargo, sí que te lo dices.

En el ejemplo del hijo pasa lo mismo. No le pedirías a tu hijo que fuera nada para darle tu amor, “haga lo que haga, el amor que sientes no está en juego”, escribe Riso. Y entonces, lanza la pregunta demoledora: ¿por qué no haces lo mismo contigo misma?

Walter Riso
@walter_riso

La forma en la que nos amamos

La manera en la que nos hablábamos a nosotros mismo es, en realidad, tan solo un síntoma del verdadero problema: no nos amamos de verdad. Porque como dice Riso, cuando amamos, “amas lo que el otro es, y el otro es mucho más que un repertorio de conductas exitosas o fracasadas”.  En cambio, cuando se trata de amarnos a nosotros mismos aparecen toda una ristra de exigencias que debemos cumplir para merecernos un poco de autocompasión.

Tenemos que ser guapas, fuertes, inteligentes, exitosas y prácticamente perfectas para que nos sintamos válidas. El problema, nos dice el experto, es que “el amor que tienes por ti mismo no debería jamás verse afectado por tus logros”. Es decir, el amor que sentimos hacia nosotros mismos, al igual que el que se siente por un hijo, debe ser incondicional.

Qué hacer con los defectos

Amarnos de forma incondicional está lejos de ser un acto de autoengaño. No se trata de negar que tenemos defectos, se trata de que nuestro amor propio no dependa de ellos. De hecho, el ejercicio de Riso va un paso más allá, porque nos propone imaginar qué haríamos con ese hijo torpe que nos planteaba en un inicio. ¿Dejaríamos que sencillamente se peleara eternamente con las matemáticas? No, probablemente le buscaríamos un profesor que le ayude. Lo llevaríamos a un terapeuta para lidiar con el bullying, lo orientaríamos en los deportes. En definitiva, intentaríamos ayudarlo.

No porque queramos que sea perfecto, no porque nuestro amor dependa de que cumpla con determinadas expectativas, sino porque querríamos lo mejor para él. Exactamente, lo mismo debemos hacer con nosotros mismos.

En un ejercicio de amor propio y autocrítica saludable, podemos darnos cuenta de aquello en lo que, quizá, no somos especialmente destacables. Pero también podemos ayudarnos, usar las herramientas que tenemos a nuestro alcance, para mejorar.

Pero ojo, porque esta automejora no puede convertirse en obsesión. “Cuando te concentras de manera obsesiva en tus fallos”, explica Riso, “la mente te va a asfixiando”.

La madeja de la negatividad

Sea en un intento sano de autocrítica o porque has derramado el café cada mañana, la forma en la que te hablas tiene un efecto directo sobre tu salud mental. Riso nos explica en su libro que cuando nos centramos en lo negativo y nos autocastigamos, empezamos a “construir una madeja de pensamientos negativos y a conectarlos entre sí, una y otra vez”.

Aparecen así pensamientos como “no sirvo para nada” o “todo lo hago mal”. Los “nadie me quiere”, “me lo merezco por tonta” o “por eso me quedo sola” llegan sin ser llamados, y se apoderan de la mente. “Rumiación pura y dura”, la define el psicólogo.

No siempre podemos evitar caer en ella, aunque como en todo en esta vida, la práctica hace al maestro. A medida que fortalezcamos el amor propio, esta rumiación disminuirá. Mientras tanto, nos dice Riso, deberías aprender a reconciliarte contigo misma. De hecho, el psicólogo insiste en que “cuando te tratas mal, deberías perdón”, porque “cuando te irrespetas a ti mismo, dejas tu humanidad por el suelo”.

Su reflexión final sobre este asunto es sencilla, y al mismo tiempo reveladora. Suele decir que debemos tratar bien al prójimo. Esta palabra proviene del latín proximus, que significa “el más cercano”. No hay nadie más próximo que tú a ti mismo. Y tan solo por eso deberías tratarte con todo el amor del mundo.