La impagable frase que nos ha dejado Mario Vargas Llosa antes de morir: “La muerte a mí no me angustia”

Esta poderosa reflexión de Mario Vargas Llosa nos prepara para lo inevitable, y nos ayuda a aprovechar la vida en su máximo esplendor. Porque, como decía el autor, la vida es maravillosa, precisamente porque tiene un final. El suyo ha llegado este 13 de abril a los 89 años de edad en Lima, su Perú natal

Celia Pérez
Celia Pérez León

Periodista especializada en lifestyle y cultura

Mario Vargas Llosa
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Mario Vargas Llosa, el magistral escritor peruano y premio Nobel de Literatura, ha fallecido este domingo a los 89 años en Lima. Su muerte marca el fin de una época, como figura clave de la literatura en español y gran intelectual del siglo XX. Sus hijos, Álvaro, Gonzalo y Morgana, lo despiden en un comunicado por redes sociales: “Su partida entristecerá a sus parientes, a sus amigos y a sus lectores alrededor del mundo, pero esperamos que encuentren consuelo, como nosotros, en el hecho de que gozó de una vida larga, múltiple y fructífera, y deja atrás una obra que le sobrevivirá”.

Sus palabras han quedado para siempre grabadas en sus libros y ensayos, pero también en las muchas intervenciones que hizo en la prensa, las muchas palabras que nos dejó, como intelectual, para reflexionar.

Una de ellas nos hace pensar, precisamente, sobre la muerte. Porque Vargas Llosa dijo, en los que serían sus últimos años: “la muerte a mí no me angustia”. Y su defensa de ese tránsito sin miedo hacia el final, resuena ahora con más valor que nunca.

Una cita que resume su filosofía de vida

No era la primera vez que Mario Vargas Llosa hablaba de la muerte, pero sí una de las más claras, más humanas y más abrumadoras. Temer a la muerte nos resulta tan natural como humano, pero solo quienes parecen haber vivido con auténtico propósito encuentran la fuerza de mirarla a los ojos, y no temer. Así abordaba el autor este tema tan controversial, con serenidad, y casi con sentido del humor. “La muerte a mí no me angustia”, dijo. Y no lo desde la resignación, sino desde una convicción profunda que haríamos bien en recordar cada día. Que la vida es valiosa precisamente porque termina.

Para el escritor, imaginar una vida eterna no era una utopía precisamente. “Si viviéramos para siempre”, compartía, la vida “sería enormemente aburrida, mecánica. Si fuéramos eternos sería algo espantoso”.

No lo decía con desprecio a la vida. Al contrario, hablaba con el más puro amor a la belleza que reside en lo finito, en lo irrepetible, en esa urgencia silenciosa que nos obliga a aprovechar el tiempo. En un mundo en el que la juventud se venera como divina, y el envejecimiento se desprecia, sus palabras cobran un sentido especial. Son una bofetada de realismo y cordura que, ahora que nos deja, debe perdurar en nuestras mentes.

Esta idea, sin embargo, no es ajena al autor. La aborda en novelas como El paraíso en la otra esquina o Travesuras de la niña mala, en la que la fugacidad del deseo, la memoria y el paso del tiempo juegan un papel principal. Pero en esta cita, libre de ficción, nos entrega su visión más desnuda: que vivir con intensidad solo es posible cuando uno acepta que no vivirá para siempre.

La enseñanza que nos deja el maestro

A lo largo de su vida aprendimos mucho de Vargas Llosa, y aún podremos seguir aprendiendo de él gracias a su obra. Pero esta cita, que concluye con intención, es especial. El maestro terminaba su intervención diciendo: “Creo que la vida es tan maravillosa precisamente porque tiene un fin”. Y este secreto tan bien guardado, y tan evidente al mismo tiempo, es el que debe perdurar tras su partida.

En una época en la que el miedo a la muerte se disfraza de culto a la juventud, Mario Vargas Llosa eligió otro camino: aceptar el fin con naturalidad.

Su mensaje es incómodo, porque va en contra de muchas promesas modernas: que se puede vivir sin límites, que todo se puede postergar, que siempre habrá tiempo. Vargas Llosa nos recuerda que no, que el tiempo es finito. Y por eso, justamente, es valioso. Lo finito nos obliga a elegir, a actuar, a no dormirnos en la vida.

También nos deja una clara invitación, la de vivir con urgencia, con compromiso y con pasión. A no postergar lo que importa. A no conformarnos con lo superficial. A crear, a leer, a amar. Porque nada está garantizado. Y en esa filosofía, tan simple y tan difícil de asumir, se esconde una poderosa forma de libertad.

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Abraza cada segundo como si fuera el único

Al puro estilo de los filósofos latinos, hoy recordamos gracias a Vargas Llosa aquello de tempus fugit, el tiempo vuelva. Y por eso, precisamente, debemos aprovechar su sabiduría para abrazar cada segundo de la vida como si fuera el último. Esta es tu señal para empezar a hacerlo, y aquí tienes cinco formas poderosas de vivir con intensidad y abrazar la felicidad más esencial.

  • Celebra lo cotidiano como si fuera extraordinario. Cada día tiene algo irrepetible. No hace falta escribir novelas ni viajar al Congo para vivir con intensidad. Basta con mirar con atención, agradecer lo que hay y no dar por sentado lo que parece rutinario.
  • No postergues lo importante. Decir lo que sientes, hacer ese viaje con el que siempre has soñado, iniciar ese proyecto que te apasiona, cerrar un ciclo, dar un abrazo. La idea de que “siempre habrá tiempo” es una ilusión. La vida tiene el valor de lo escaso, así que úsala bien.
  • Abraza el cambio, aunque duela. Vargas Llosa cambió de ideas, de posturas, incluso de pasiones. Porque al igual que la vida, nada en este mundo es infinito. Vivir con intensidad implica también evolucionar, aunque eso implique dejar atrás ciertas certezas.
  • Rodéate de libros, ideas y personas que te despierten. El escrito vivió entre libros, pero también entre debates y encuentros. Busca conversaciones que te desafíen, lecturas que te transformen y personas que te inspiren. La vida es muy corta para permanecer donde no te sientes impulsada a ser tu mejor versión.
  • Acepta el final como parte del viaje. Recordar que todo acaba no es pesimismo, es lucidez. Cuando entendemos que nada es para siempre, empezamos a vivir con más amor, más coraje y más verdad. Ese es el gran mensaje que Vargas Llosa nos deja como legado, y no podemos olvidarlo jamás.