La época de finales de los 80 y principios de los 90 se recordará como los fulgurantes años de la 'beautiful people', ese selecto grupo de celebs que surgió al albor del recién estrenado gobierno socialista de Felipe González en el que famosos y famosas se mezclaban con la clase política, intelectual y financiera del país. Marta Chávarri y Alberto Cortina, Carmen Posadas y Mariano Rubio... pero, sin duda, la pareja formada por Isabel Preysler y Miguel Boyer fue la más destacada de esa recién nacida clase social.
Ella, la ex de Julio Iglesias y del marqués de Griñón, era la reina de corazones –con permiso de Lady Di–, y él era el superministro de Felipe González, titular de una de las vicepresidencias y de la cartera de Economía y Hacienda. Su historia de amor con Isabel le hizo dimitir de sus cargos, pero no se quedó en la calle ni mucho menos. Fue nombrado director del Banco Exterior de España y, posteriormente, fue fichado por las hermanas Koplowitz para dirigir Fomento de Construcciones y Contratas (FCC), con un contrato blindado de muchísimos millones.
Ya casado con Isabel, Boyer y Presyler iniciaron la construcción de su fabulosa mansión de Puerta de Hierro, cuyo elevado número de cuartos de baño (trece, según reconoció, bastante azorado, el propio Boyer) y que la caseta del perro tuviera calefacción indignaron a todos aquellos que algún día creyeron que Boyer era socialista y obrero. De hecho, el que fuera superministro acabó dándose de baja del PSOE y empezó a apoyar públicamente las teorías económicas de José María Aznar. Ver para creer.
Aquel verano de 1990
La casa de Puerta de Hierro les produjo a Isabel y Miguel no pocos quebraderos de cabeza. Para empezar, su vecina de parcela era, nada más y nada menos, que Gracia Borgese, exmujer de Agustín Boyer, hermano del exministro. La mujer, indignada con las obras de sus nuevos vecinos, denunció infracciones urbanísticas por lo que las obras se paralizaron de inmediato. Al parecer, el garaje de Isabel Preysler no respetaba la distancia con la linde de la parcela contigua.
Paralizadas las obras, Isabel Preysler no estaba dispuesta a renunciar a su verano marbellí y junto a su marido y sus dos hijas menores, Tamara, que entonces tenía ocho años, y Ana, de año y medio, puso rumbo a la Costa del Sol.
Así lo publicaba la revista Lecturas en 1990: "Las obras del chalé de Isabel Preysler y Miguel Boyer están paralizadas por infracciones urbanísticas, pero la pareja ha decidido aislarse del ruido tomando el sol en Marbella".
Las fotos de Isabel Preysler luciendo un biquini y una faldita amarillos permanecen en la retina de todos. A sus 39 años –Miguel tenía entonces 51– y tras haber tenido cinco hijos, Isabel lucía un tipazo impresionante. No es extraño que Miguel Boyer la mirara con ojos de corderito degollado, mejor dicho, enamorado.
La pareja más buscada del verano
"Presumiento de biquini y de bronceado, Isabel Preysler emergía de un yate marbellí ante las cámaras de Lecturas, que retrataban en exclusiva a la socialité del brazo de un tímido Miguel Boyer", relataba la revista.
"Son la pareja más buscada del verano después de los ríos de tinta que han hecho correr con las obras de su nueva casa, un gigantesco chalé en la urbanización madrileña de Puerta de Hierro que tiene la friolera de once cuartos de baño [Boyer aún no había confirmado que eran trece]", publicó Lecturas.
Según el reportaje que publicaba Lecturas, a Isabel no le hizo ninguna gracia toparse con nuestros fotógrafos a su llegada a puerto. "Se muestra arisca, distante. ¿Quizás teme salir sin maquillaje en las fotografías? Ya más calmada, accede a pararse con nosotros y niega la mayor", relataba la revista.
Isabel atiende a Lecturas
"No me preocupa en absoluto salir sin maquillaje en las fotos, porque es lógico que después de un viaje en barco no tenga maquillaje y mi pelo esté mojado por la brisa y la humedad", explicaba a nuestros reporteros sin sacarse las gafas de sol. "¿Y a Miguel?, insistimos. El exministro es menos cercano en el trato con la prensa que ella, ciertamente", publicaba Lecturas.
La respuesta de Isabel no tiene desperdicio: "A Miguel no le importa que salga con el pelo mojado por la brisa, de ninguna manera, como podéis comprobar". El yate en el que salieron a navegar, el Cyrano, era propiedad de Peter Viertel, el marido de la fallecida actriz Deborah Kerr, un matrimonio que residía en Marbella en aquellos años.
En la Costa del Sol, el matrimonio ponía distancia a los problemas de las obras de su casa. "Las obras de la casa de Puerta del Hierro han sido paralizadas ya varias veces por el juzgado. La situación desespera a Isabel Preysler", relataba Lecturas.
La revista se puso en contacto con el sobrino de Miguel Boyer, Carlos Boyer, arquitecto y responsable de los planos de la mansión que defiende su trabajo. "Yo no iba a embarcarme en ninguna construcción sin ceñirme a lo estrictamente legal", dijo a Lecturas.
Nuestra publicación también quiso hablar con el abogado de Gracia Bergese, quien insiste en que el chalé no cumple la ley. "Hablamos de la construcción de un garaje que debe guardar cinco metros de distancia respecto a la parcela y no los guarda, como tampoco se respetan los siete metros de distancia con la calle", nos dijo.
Sea como fuere, el biquini amarillo de Isabel Preysler causó sensación ese verano de 1990. Ahora, casi 35 años después, Isabel ha cedido el testigo a sus dos hijas menores, Tamara Falcó, casada con Íñigo Onieva, y Ana Boyer, casada con Fernando Verdasco y madre de tres hijos. Pero aunque ahora sean ellas las que con mayor frecuencia ocupan los espacios y las páginas del corazón, la presencia de Isabel Preysler en cualquier acto siempre es un plus.
¿Y qué pasó con la casa de Puerta de Hierro? Como todo el mundo sabe y una vez solucionados los problemas urbanísticos, la mansión se convirtió en el refugio de Isabel y de sus hijos. Allí vivió con Miguel Boyer hasta su muerte en 2014, y con Mario Vargas Llosa mientras duró su relación de ocho años, finalizada en 2023. Hasta su boda, Tamara seguía viviendo con mami, y tanto Julio Iglesias jr como el matrimonio formado por Ana Boyer y Verdasco se instalan en Puerta de Hierro cuando se encuentran en Madrid, lo que llena de felicidad a Isabel que puede disfrutar de los tres hijos de su hija menor.