Philippe Junot (83 años) es actualmente un respetabilísimo hombre de negocios, felizmente casado y padre de cuatro hijos, entre los que se encuentra Isabelle Junot, marquesa de Cubas, casada con Álvaro Falcó y 'prima' de Tamara Falcó. Pero en 1978 era un playboy parisino conocido por sus juergas en Mónaco y París que enamoró a la princesa más bella de Europa, Carolina, la hija mayor de Raniero y Grace.
Querían casarla con el entonces príncipe Carlos
Los padres de Carolina habían soñado una boda principesca para su primogénita. Desde luego, todos los príncipes casaderos hubieran dado la vida por lograr enamorar a la bella Carolina, entre ellos, Carlos de Inglaterra, el príncipe heredero de la monarquía más arraigada de cuantas existen en Europa. De haberse formalizado esa boda, Carolina sería hoy reina de Inglaterra en lugar de Camila. O Carlos Gustavo de Suecia, que apenas dos años antes se había casado con una azafata alemana llamada Silvia.
A Grace, la mamá de Carolina, le gustaba para su hija otro príncipe casadero, aunque sin corona, Ernesto de Hannover. El tiempo quiso que, muchos años después, Carolina y Ernesto se casaran y tuvieran una hija, la princesa Alexandra, pero ese matrimonio fue un fiasco por el mal carácter y la afición al alcohol del alemán. Con todo, Carolina y Ernesto nunca se han divorciado y es que ese matrimonio le concede a Carolina un estatus en el gotha europeo que no le da el principado de Mónaco, una monarquía, en el fondo, de segunda categoría dentro de la realeza.
Un noviazgo nacido a raíz de una apuesta
Carolina, sin embargo, creció como una niña mimada y rebelde. Poco dada a los estudios y sí, en cambio, a las continuas fiestas que tenían lugar tanto en Mónaco como en París. Carolina estudiaba en la Sorbona, pero disfrutaba las noches de la capital francesa. Allí conoció a Philippe Junot, del que se enamoró perdidamente. A Junot le precedía una fama de playboy irredento, mujeriego, bebedor y 'bon vivant', hasta el punto de que corre la leyenda de que se propuso conquistar a Carolina a raíz de una apuesta con unos amigos. Pero para Carolina, la vida de Junot representaba lo que a ella le faltaba en Mónaco: libertad absoluta fuera de la rigidez de palacio.
El 28 de junio, un día antes de la gran boda religiosa, se celebró en palacio una discreta ceremonia civil. Carolina lució un elegante vestido en azul celeste, que complementó con un casquete en el pelo y guantes.
Una boda al más puro estilo Hollywood
La princesa y el playboy se casaron el 29 de junio de 1978, en una boda que desagradó a Rainiero y a Grace, pero a los que no les quedó más remedio que aceptar la situación. Carolina era rebelde, sí, pero también testaruda.
Más de 800 invitados, entre ellos, un buen número de estrellas de Hollywood amigos de Grace, como David Niven, Frank Sinatra, Ava Gardner y Cary Grant, fueron los encargados de poner el glamour propio de una alfombra roja. La boda se celebró en la capilla de palacio de San Juan Bautista y la ofició el obispo de Toulon-Fréjus, que permitió que el altar se sacara al exterior para aprovechar el hermoso sol veraniego que reinaba ese día en Mónaco.
Aunque nadie daba un euro (un franco, por aquella época) por este enlace, la verdad es que unos 5.000 ciudadanos monegascos salieron a la calle a festejar la boda de su princesa. Rainiero, padre y padrino de Carolina, no ocultaba su decepción. Se cuenta que la princesa Tessa de Baviera se acercó a felicitarlo y Rainiero le respondió: "No me felicites, más bien dame el pésame". Pobre Rainiero, no se equivocaba en sus augurios. Por parte española, asistieron a la boda los condes de Barcelona, padres del rey emérito Juan Carlos.
Carolina, la princesa feliz
Quien sí estaba radiante era Carolina, quien, con solo 21 años había conseguido llevar al altar al "emperador de la noche", como se le conocía a Junot en París.
Carolina lució un exclusivo diseño de Marc Bohan para Dior, de cuello redondo, manga larga, falda voluminosa con flores bordadas y talle ajustado a la cintura. El cabello se lo recogió en un moño que sujetaba el velo de tul.
Philippe Junot, quien posiblemente jamás imaginó verse en esa situación, llevó un clásico chaqué en gris y negro. Claro que, en el fondo, el empresario francés, hijo de un multimillonarios, no acabó con su vida de playboy una vez casado con Carolina, circunstancia que, como era previsible –y así trataron de hacérselo ver sus padres a la joven princesa– acabó con el matrimonio en apenas dos años.
Unas fotos de Junot con Giannina Faccio, una ex de Julio Iglesias, fueron la gota que colmó el vaso de la paciencia de Carolina, que puso fin a su matrimonio en 1980. Por suerte, no tuvieron hijos, por lo que podría parecer que el tribunal de la Rota anularía ese casamiento con rapidez. No fue así. Al menos diez años tardó el tribunal eclesiástico en invalidar el matrimonio de Carolina, quien se vio obligada a casarse únicamente por lo civil con su segundo marido, el italiano Stefano Casiraghi, el hombre con el que la princesa tuvo a sus tres hijos mayores y que, dicen, fue el gran amor de su vida.